El silencio fue un huésped incómodo aquel lunes 12 de noviembre de 1984. En el séptimo piso de un edificio, ubicado al este de Barquisimeto, ocurrió un crimen que muchos lo recuerdan, una joven doméstica fue asesinada por un hombre que aunque trató de borrar evidencias dejó rastros.
María Valentina Mendoza Rodríguez (22) llevaba cinco meses trabajando como doméstica en el edificio, era de esas mujeres que, sin pedir nada, entregaba todo, un plato de comida bien hecho, un piso limpio y organizaba todo el apartamento, ella estaba muy a gusto con su trabajo, era el primero y lo hacía para ayudar a sus padres.
El desempeño de la joven doméstica era tan notable que los vecinos querían tener a una empleada como ella. Para ese año, describieron a la joven como una muchacha muy desconfiada y maliciosa.
Ese día, antes de mediodía, estuvo haciendo sus labores en la casa y llegó un hombre tocando la puerta, ella de inmediato se asomó por el visor de la puerta y era el primo de su jefa, como otras veces él había visitado a la señora decidió abrirle la puerta.
El hombre, cuya identidad no fue revelada, entró y de inmediato preguntó por su prima, pero María Valentina le indicó que no estaba, pero que si quería esperarla que entrara que no tardaba en llegar y accedió.
La razón por la cual el hombre visitaba a su prima era porque necesitaba un dinero para pagar unas deudas y sabía que ella lo podía ayudar. Sin embargo, no la encontró, pero sí a su trabajadora que, según los comentarios para esa época la muchacha era muy atractiva físicamente.
Este hombre se sentó en el sofá a la espera de su prima, pero también comenzó a observar de arriba abajo a la joven, no le quitaba la vista de encima, pues ella llevaba puesto un short corto y una blusa ajustada a su cuerpo.
Seducción
El hombre trató de seducir a María Valentina, se acercó a ella y trató de propasarse, pero lo que consiguió fue resistencia de su parte. Quería estar con ella, la agarró a las fuerzas, pero ella como pudo se soltó de sus brazos.
Ella no gritó y aunque trató de salir del apartamento, el hombre transformó el deseo sexual en un instinto criminal. Cuando vio que la muchacha trataba de huir, quizás para buscar ayuda, el hombre agarró un trapo y la rodeó por el cuello para estrangularla.
Lentamente, la joven se estaba quedando sin oxígeno y su rostro cambiaba de color, estaba siendo estrangulada y no pasaron ni cinco minutos cuando ya estaba muerta.
El asesino al ver que se desvaneció y cayó al suelo, aparentemente, no sabía qué hacer y para asegurarse que no estaba respirando la arrastró hasta uno de los pasillos, justo donde estaba un pipote de agua, pero vacío. El hombre abrió la regadera y llenó el envase para luego meter de cabeza a María Valentina.
Todo lo hizo muy rápido, sabía que su prima no tardaba en llegar. Él sabía que ella guardaba una caja fuerte en una de las habitaciones y fue así como fue por ella para hurtarla, con ese dinero pagaría todas sus deudas.
La caja fuerte no sólo tenía dinero, sino también joyas de la dueña del apartamento. El hombre salió muy sigilosamente del sitio, presionó el botón del ascensor y bajó, salió por planta baja como si nada.
El hallazgo del crimen
La dueña llegó a su apartamento, el protector ni la puerta tenían seguro, entró y todo estaba en silencio. Se extrañó de inmediato, pues María Valentina siempre salía a la sala a esperarla apenas abría la puerta, pero ese día todo era muy raro.
La mujer caminó lentamente y vio como algunas cosas no estaban en su lugar, se fue hasta el cuarto donde guardaba su caja fuerte y la sorpresa era que no estaba.
La caja tenía adentro unos 40 mil bolívares, unos 5.300 dólares para ese año.
Mientras seguía revisando, por su mente pasaba de todo, pues pensaba que María Valentina había traicionado su confianza, pero dudaba cómo es que por tantos meses eso no había pasado. Pensó que estaba en la cocina preparando el almuerzo.
No estaba cocinando porque las hornillas estaban apagadas, caminando hacia uno de los pasillos encontró la respuesta a tanta soledad. Su doméstica no se había ido ni había traicionado su confianza, la vio que estaba metida de cabeza en el pipote, al acercarse supo que estaba muerta.
Asustada salió a pedir ayuda y los vecinos entraron a la vivienda, comenzaron a presumir qué había ocurrido y algunos hablaban de que ladrones ingresaron a robar y para que ella no hablara la mataron.
Al sitio llegaron funcionarios de la antigua Policía Técnica Judicial (PTJ), ahora Cicpc, quienes inspeccionaron la escena del crimen. Los investigadores tenían como primera hipótesis de que se trató de un robo, pero estaban indagando por dónde entraron, pues las puertas no estaban violentadas.
Presumían que el asesino era alguien cercano a la familia porque no violentaron nada. Lo que no sabían si era alguien conocido por ella o por la dueña.
Los interrogatorios comenzaron con todo el personal de edificio, les preguntaban si observaron que había extraños en el lugar o si escucharon gritos.
Los investigadores no tuvieron dificultad para precisar que el asesino conocía a la víctima, era obvio que por eso logró entrar a la casa sin forzar nada, así que descartaron de inmediato que se tratara de una persona extraña.
Sabían que era un hombre el que ingresó al edificio, una persona vio salir a alguien con una caja fuerte, pero los «PTJ» no tuvieron más información.
Casi un mes después, los funcionarios identificaron al responsable, era un hombre, de 35 años de edad, residente del centro de Barquisimeto, vendedor de repuestos y primo hermano de la dueña del apartamento.
Han pasado casi 41 años de este crimen y se supo por medios locales de esa época que el hombre duró años tras las rejas.
La descripción física dio con el homicida
Al hombre, de 35 años de edad y oriundo de Humocaro Alto, lo vio un vecino del edificio justo cuando salía del ascensor, pero para ese entonces a él no se le hizo extraño, pues se había topado con él otras veces, mas no sabía a qué piso iba.
Pero ese lunes, cuando el hombre abandonaba el ascensor fue visto con una caja fuerte y al alejarse del edificio se montó en un carro, que luego los uniformados lograron identificar que se trataba de un Mercedes Benz gris.
El vecino fue clave en la identificación del hombre, pues los funcionarios, al tenerlo como principal sospechoso y al interrogarlo, supieron que se trataba del homicida.
Durante su detención, al hombre le incautaron una pistola y aún llevaba con él varias joyas que le pertenecían a la dueña del apartamento.
Al quedar al descubierto, el homicida no tuvo escapatoria y contó con detalles todo lo que pasó con la doméstica.
¿Cómo logró abrir la caja fuerte de su prima?
Una de las interrogantes que se hacían los investigadores era cómo logró abrir la caja fuerte que, aparentemente, tenía un sistema con cerradura de llave con un mecanismo de combinación mecánica.
Durante el interrogatorio, al responsable del robo y homicidio le preguntaron sobre la caja fuerte y cómo la abrió.
El hombre indicó que la terminó de abrir por la carretera vieja de Barquisimeto-Carora, allí supuestamente con toda su fuerza y ayuda de unos instrumentos metálicos logró destaparla y robarse todo lo que estaba allí adentro.
Una vez agarrado el dinero y las joyas, dejó la caja botada y huyó del lugar.
Los detalles sobre cómo la abrió y qué hizo después con todo el dinero fueron informados por el comisario Freddy Gallardo, que para ese año era el jefe de la Delegación de la Policía Técnica Judicial (PTJ). Detalles que dio justo el 6 de diciembre, una vez identificó al homicida. Además, dijo que la víctima fue estrangulada con un trozo de tela.
El crimen de María Valentina conmocionó a Lara, pues como ella muchas jóvenes salieron de sus casas para buscar el sustento y lamentaban cómo la maldad le quitó la vida.
Durante esos días de investigación pedían justicia y que el responsable pagara.