Osman Rojas | LA PRENSA.- Sentado en un banquito plástico espera que la mañana avance. Cada cinco minutos se levanta y mira a la izquierda y a la derecha, pero al no ver clientes vuelve a sentarse. “El administrador también hace de mesonero”, dice con humor mientras acomoda la comida. Son las 10:35 de la mañana y Miguel Giménez no puede moverse a ninguna parte pues él debe atender su propio negocio.
“La gente no quiere trabajar. Ya no vienen a entrevistas y a nosotros nos toca atender los negocios. No soy el único dueño que hace de empleado en su tienda”, suelta con resignación.Y es que, ahora mismo, administrar un negocio es una tarea poco menos que imposible. La galopante inflación que hay en el país, los bajos salarios y la migración masiva de jóvenes tiene contra las cuerdas a los dueños de comercios quienes se quedan sin empleados por la falta de talento humano.
“Tenía 12 trabajadores pero ya me quedan siete”, comenta Miguel González, gerente de un Pollo Sabroso ubicado en el centro de la ciudad. El hombre comenta que debido al poco personal con el que cuenta la empresa tuvo que cerrar tres cajas y repartir a sus empleados en otros lugares.
“La gente se queja porque debe pasar más tiempo en la cola, pero humanamente no podemos hacer más nada”, dijo. El salario (un empleado gana en promedio 450 mil bolívares más el plato de comida), es la razón que esgrimen los dueños de tiendas para justificar la falta de personal en los comercios pues a los jóvenes les resulta más dedicarse al comercio informal que cumplir con un horario de empresa.
Mario Fernández es un claro ejemplo de ello. El muchacho (21 años) está en el sexto semestre de comunicación social y trabaja para ayudar a sus padres con las cuotas universitarias. En noviembre del año pasado Fernández empezó a trabajar en Mr Grill del Sambil, pero en dos meses dejó el empleo pues gana más vendiendo cambures frente a su casa.
“Lo malo de estos trabajos es que te obligan a trabajar con el horario del centro comercial. Uno pasa hasta 10 horas en un lugar para cobrar un poco más de sueldo mínimo”, relata Fernández. El muchacho cuenta que, en su negocio, hace hasta 700 mil bolívares quincenales dinero que le ayuda a cubrir sus gastos universitarios y aporta para la casa.
“Da tristeza decirlo, pero un vendedor de cambures hace más. No resulta trabajar en estos negocios porque uno se consume y la remuneración es insuficiente”, dice el chamo. La migración masiva de jóvenes también afecta la operatividad de los comercios. Según las últimas encuestas publicadas a nivel nacional 3 de cada 5 chamos menores de 22 años quieren irse del país, situación que afecta directamente el funcionamiento de los centros comerciales.
“Por lo general son los chamos universitarios los que trabajan en tiendas de centros comerciales. Si ellos se van, entonces no queda a nadie para emplear”, dijo Armando Rildaño, dueño de una tienda de ropa ubicada en el centro comercial Las Trinitarias.
Tan dramática es la situación que atraviesan los centros comerciales con la falta de personal que en la feria de las comidas ubicada en el Sambil hay siete comercios cerrados porque no hay personal para trabajar.
“Fueron perdiendo la calidad y de a poco decidieron cerrar. Las cadenas se van porque no aguantan la pela y prefieren perder el contrato a seguir dándose mala vida”, comenta Rildaño con cierta melancolía.
Roger Saldivia, sociólogo y profesor en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA) mostró su preocupación por la realidad que atormenta a los centros comerciales y dijo que el aparato productivo del venezolano se vino abajo gracias a la crisis.
“Creamos parásitos sociales. Nadie trabajando en tienda alcanza independencia económica, pero era como el primer paso para empezar a librarse de los padres. Esto es grave porque se frenan las ganas de invertir que puedan llegar a tener compañías extranjeras”, dijo Saldivia.
El especialista culpó al Gobierno nacional por esta situación alegando que hay jóvenes que prefieren esperar el bono del carnet antes que ganarse la vida. “Fomentamos la flojera”, concluyó.