LA PRENSA.- Sentada en un tronco en la entrada del kilómetro 30 de la antigua vía a Carora se encuentra Persia Sivira, directora del liceo Rural Cuesta Grande junto a 14 docentes, quienes le piden a Dios porque pase algún camión y les de la cola hasta los caseríos para poder así impartir sus conocimientos en las instituciones de estos sectores, pues de lo contrario les tocará caminar cuatro horas para llegar a dar sus enseñanzas o devolverse a casa.
A diario estos docentes viven una completa odisea. Hay días donde consiguen cola y se disfrazan totalmente. Bufandas, suéteres, lentes y gorras usan para taparse y trasladarse hasta los caseríos. Se montan en los camiones cargados de hortalizas y cisternas que acceden a llevarlos solo en la parte de arriba de los mismos porque no caben en la parte de adelante.
“Ponemos en riesgo nuestra integridad física. La mayoría somos mujeres y aceptamos subir a carros de personas desconocidas”, dice con lamento Sivira, quien destaca que hasta la salud de todos está en peligro pues por ser una zona netamete agrícola los vehículos son camiones de carga no aptos para personas sino para sacos de hortalizas.
Estos docentes lamentan tener que montarse en estos espacios debido a que se suben encima del techo de la cabina del conductor conocida coloquialmente como “cachucha”, o también encima de las hortalizas que llevan en la parte de atrás.
Está situación no sólo la viven los docentes, sino también los alumnos de las instituciones La Fundación que atiende a niños de preescolar a tercer grado, El Tigre con alumnos de preescolar a sexto grado, Cuesta Grande también de preescolar a sexto grado y el liceo Cuesta Grande con chamos de primero a quinto año.