Euseglimar González | LA PRENSA.- “Me quitaron a mi papá. Él lo único que hacía era trabajar”, lloraba desesperada una de las hijas de Ernesto Alexis Torres Peroza (57), asesinado ayer en la madrugada de una puñalada en la parte derecha del cuello, al oeste de Barquisimeto.
A las 2:00 de la madrugada, dos malandros se metieron a la casa de Ernesto en Villa Esperanza II. Los tipos llevaban los rostros tapados con una franela. Ernesto dormía con dos de sus 10 hijos. El ranchito está cercado con alambre, abrieron la puerta de la entrada y se fueron hasta la vivienda. Allí golpearon la puerta de madera y el sonido alertó a Ernesto, quien de inmediato se paró de la cama. Por la bulla, también se despertaron los hijos, pero el menor se puso de pie junto a su papá.
Cuentan que cuando los criminales abrieron la puerta y se toparon con Ernesto, los dos tipos se le fueron encima y comenzaron a golpearlo. La víctima trataba de cubrirse y forcejeaba con uno de los hampones. Cuentan que el hijo de Ernesto intentó defenderlo, pero uno de los malandros lo golpeó fuerte en la cabeza y lo hizo a un lado.
Fue en ese momento que el choro que forcejeaba con Ernesto sacó un cuchillo y lo cortó en el cuello. La sangre comenzó a recorrerle por todo el cuerpo, pues la herida fue en la yugular. El hombre comenzó a desvanecerse y los hampones huyeron.
Ernesto cayó bocarriba sobre la cama, todo su cuerpo estaba ensangrentado. Los hijos comenzaron a gritar y pedir ayuda, pero ya estaba muerto.
El ranchito en donde vivía Ernesto es el penúltimo de la zona. Lo demás es puro monte. Presumen que los criminales huyeron por ahí, pues el terreno conecta con la quebrada de Villa Guadalupe.
La familia se enteró de lo sucedido a las 4:00 de la mañana, aproximadamente y poco a poco llegaron al ranchito de donde vivía Ernesto con sus dos hijos. “¡Mi papá, por qué le hicieron eso. Él no se metía con nadie!”, lloraba abrazada una joven.
Funcionarios del Eje de Homicidios del Cicpc llegaron hasta el sitio para colectar las evidencias y hacer el levantamiento del cuerpo. Se conoció que el móvil que manejarían los “petejotas” es el de resistencia al robo.
Aunque los hampones no se llevaron nada de valor de la vivienda. Una fuente policial contó que todo parece como un ajuste de cuentas, aunque sería el Cicpc que investigue.
Familiares contaron que a Ernesto le gustaba tomar mucho. Él trabajaba en una licorería de la estación de servicio de El Pescaíto, al oeste de Barquisimeto.
La mayoría de los hijos del hombre estaban ayer en la vivienda, lloraban desconsolados por su muerte. Los vecinos del sector estaban conmocionados por lo sucedido.
El cuerpo fue llevado hasta la morgue del Hospital Central Antonio María Pineda. Contaron que Ernesto salía de su casa en la mañana a trabajar y regresaba en la tarde. Le gustaba caminar, salía desde El Pescaíto hasta Villa Esperanza caminando. Era el sexto de siete hermanos.