Euseglimar González | LA PRENSA.- Nueve días luchó contra la muerte un “Varón de Dios”, pero ayer a la 1:00 de la madrugada el jovencito de 17 años perdió la batalla y murió. El muchacho había sido arrollado el 28 de noviembre en el contra flujo de la avenida Intercomunal Barquisimeto-El Cují. A la altura de San Jacinto.
A las 6:30 de la mañana el joven salió de su casa en Altos de Jalisco porque iba al liceo. Vestía un pantalón de vestir azul y su camisa beige, era estudiante de 5to año del liceo Carlos Gil Yépez y para allá iba. Cuando ya estaba cruzando la avenida, para llegar a la acera contraria donde está la institución, pasó el primer canal en sentido a El Cují, pero cuando puso el primer pie en el canal hacia Barquisimeto, no se fijó que el vehículo estaba transitando por el contraflujo y fue arrollado.
Según testigos, el chamito voló tras el impacto y cayó sobre el capó del vehículo para después terminar en el pavimento muy mal herido. El estudiante inconsciente fue trasladado por una camioneta que pasaba hasta la emergencia del Hospital Central. A consecuencias de los golpes que recibió en la cabeza murió luego de luchar por su vida nueve días.
Ayer en la mañana los familiares estaban en la morgue del Hospital Central Antonio María Pineda desconsolados por la muerte del jovencito. Entre lágrimas pedían justicia por su caso, pues aseguraron que quien lo arrolló está en libertad.
“Él era un varón de Dios. Sólo iba a clases y ese carro lo arrolló. Luchó por mucho tiempo pero no aguantó”, decía con lágrimas en el rostro Leidy Perdomo, madre del adolescente.
Los familiares pidieron que por el caso del estudiante se haga justicia, pues el conductor quien arrolló al menor no fue detenido y presuntamente está en libertad, aun cuando PNB lo detuvo el día del arrollamiento.
Según los familiares el conductor fue Darwin Ramos y detallaron que el hombre está en libertad, ellos piden a las autoridades que tomen cartas en el asunto y lo detengan.
Los sueños del jovencito quedaron truncados. La mamá cuenta que su hijo era un “varón” y que él quería ser misionero y fundar una iglesia en Mérida. Además de estudiar en la universidad al igual que su hermana mayor.
Todo este tiempo estuvo recluido en el Hospital Central. Contaron que el hombre que arrolló al joven nunca dio la cara. Una tía detalló que no le faltó en ningún momento el tratamiento, pues la directiva del Liceo y el Hospital lo consiguieron.