William Croes | LA PRENSA.- Rellenar un pan o una arepa con embutidos pasó de ser una cotidianidad a un lujo. Los precios del jamón en sus diferentes presentaciones y de la amplia gama de fiambres han aumentado más de mil por ciento desde el 2014 hasta el segundo semestre del 2016.
Con lo que se gastaba en 2014 en un kilo de jamón de pierna, unos 365 bolívares, ahora una persona puede comprar entre dos y tres rebanadas gruesas, porque el kilo del jamón de una de estas marcas comerciales cuesta 5 mil 580 bolívares, lo que representa media quincena del salario mínimo presidencial que comenzaron a devengar los trabajadores a partir del 15 de septiembre.
“El jamón ahora es el caviar de los pobres”, ironiza Juan Urrieta, un señor cuya única entrada es el salario mínimo de su pensión, y por ende, no le alcanza para comprar más que unas cuantas lonjas de fiambre, porque ni para un kilo de mortadela le alcanza el dinero que distribuye entre alimentos y medicinas para sus achaques.
La mortadela es otro manjar para los venezolanos. La diferencia de precio con el jamón no es tan abismal, por lo cual dejó de ser la preferencia de las personas que ahora se inclinan por la boloña y el popular fiambre, productos que son definidos como de alta rotación para los charcuteros.
“El fiambre y la boloña de pollo es lo que más se vende en estos momentos”, detalla Alexander Yajure, un charcutero que tiene una década con su negocio en el centro de la ciudad, y que ha visto como la crisis económica ha modificado el patrón de venta y de consumo de las personas.
Hace dos años, en una semana había una rotación de 20 cajas de jamón, lo que equivale a 80 piezas cada siete días. Pero ahora en una semana buena solo logran vender una caja que representa cuatro piezas de 23 kilos cada una.
Los precios de los embutidos varían en cada pedido que traen los proveedores, charcuteros dicen que los aumentos de salario tienen una alta influencia en los precios de las piezas de jamón y mortadela.