Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Sin acceso a nada. Para salir a sus lugares de trabajo, estudio o simplemente a realizar alguna diligencia, los vecinos de El Dacero, al norte de Barquisimeto, deben hacer frente a un titánico sacrificio para poder llegar hasta sus destinos. Aunque los vecinos ya perdieron la cuenta de cuántos años han pasado desde la fundación de la comunidad, abrazan la idea de poder ver con sus propios ojos el día en que pueda verse consolidada sin vivir tantas penurias.
Son 118 familias constituidas por 355 habitantes, que cada día batallan para poder sobrevivir en medio de un lugar tan apartado que sienten como si se hubiesen detenido en el tiempo. El progreso y el desarrollo es como si no existieran. La falta de transporte es sin lugar a dudas uno de los mayores desafíos pues ante el mal estado de la vialidad, los conductores evitan entrar a la zona.
Los vecinos coinciden en que sus padecimientos iniciaron con la falta de mantenimiento en la vialidad. Al ser una zona rural y sin asfaltado, la llegada de las lluvias ha pasado factura, dejando huecos y escombros que aumentan la complejidad del camino.
A cualquier hora del día se observa como la gente recorre las polvorientas calles, bajo un inclemente sol que ya ha oscurecido su tez y los hace sudar la «gota gorda». Los zapatos que llevan y que con mucho sacrificio alcanzaron a comprar se desgastan con cada salida, y es que para poder tener acceso al transporte público deben asumir el reto de caminar hora y media por caminos de tierra que cada día lucen más deteriorados, hasta llegar a la parada donde sí pasa el transporte.
«Antes entraba el Metrobús y era de mucha ayuda porque nos ahorraba la caminadita, pero ahora ningún carro se quiere meter por estos lados», dijo el señor Ángel Vásquez.
Vásquez mencionó que últimamente han aparecido mototaxis que si bien son una solución para muchos, para otros es algo inaccesible, pues cobran hasta 3 dólares por una carrera que los deje en la parada más cercana.
Viven secos
Una situación similar han vivido en relación al servicio de agua. A pesar de contar con tuberías, el preciado líquido jamás llegó hasta cada uno de los hogares que conforman el caserío.
Por tal motivo, durante varias décadas dependieron de cisternas que surtían a las familias del sector. No obstante, a raíz del daño que comenzó a presentar la vía, los camiones comenzaron a disminuir los recorridos al sector, hasta desaparecer por completo.
«Había uno que venía y cobraba cinco dólares por pipa, pero con la escasez de la gasolina tampoco se volvió a ver», destacó Vásquez.
Con respecto al Plan Cayapa que envía el gobierno hacia las zonas más vulnerables para distribuir agua de forma gratuita, los residentes manifiestan que el mismo nunca ha llegado a su sector.
Vale destacar que en el sector hay un pozo que fue cavado por unos vecinos para combatir la sequía que los arropa. Allí llegan todos los habitantes con tobos y carretillas para llevar unos cuantos litros de agua hasta sus hogares.
Si bien el agua en muchas ocasiones toma un tono verdoso, las personas detallan que no tienen elección y deben extraerla para luego hervirla y proceder a preparar sus alimentos.
Cada gota vale oro. Por tal motivo tratan de ahorrar lo más que pueden, pues no saben cuando el cielo se apiadará de su situación y les volverá a regalar el recurso natural.
«Vivimos rezando y cruzando los dedos por que Dios se ponga la mano en el corazón y nos ayude con un poco de agua a través de las lluvias», señaló la vecina Duloska Orochena.
Orochena también apuntó que otro camión que dejó de visitarlos fue el del aseo urbano, empujando a las familias a recurrir al monte para deshacerse de sus desperdicios.
«Hay quienes queman la basura, pero no es la mejor elección porque hay muchos vecinos que se quejan debido a que en sus casas hay niños pequeños y adultos mayores que sufren de problemas respiratorios», dice Orochena.
Piden culminación
Residentes manifiestan que hay una serie de proyectos que han quedado inconclusos y por tal motivo exigen que terminen de concretarse.
Tal es el caso de 11 viviendas que fueron aprobadas hace 13 años y únicamente llegaron a ver materializado el techo. Hasta el día de hoy no han recibido ningún tipo de respuestas en torno a la finalización de la obra.
Una situación parecida es la que narran respecto a la construcción de un liceo que fue aprobado por el Gobierno y hasta el sol de hoy no han colocado ni el primer bloque.
Los alumnos de secundaria deben acudir a aulas prestadas en la escuela «Isabel Teresa Oirdobro Duín». Por muchos años tuvieron que caminar para poder ir al liceo.
El fogón es el que manda
La comunidad detalla que al encontrarse en un punto tan aislado, son pocos los servicios que alcanzan a llegar hasta el sector. Tal es el caso de las bombonas de gas, las cuales arriban a la comunidad de manera esporádica.
«Una vez a la cuaresma nos traen las bombonitas. Y cuando llegan nos toca ahorrarlas lo más que podemos porque si se nos acaba y se presenta una emergencia, sería lamentable», soltó Gerardo Aguilar.
En la casa de Aguilar se encuentran más que preparados para combatir la escasez de gas. Y es que su familia ha construido tres fogones con la intención de agilizar el proceso de cocción de los alimentos.
El señor menciona que cada día debe subir cerros en busca de leña.
«Nos toca pelar por los zapaticos y subir varios kilómetros a ver donde se consigue», dice mientras agrega que desde que se agudizó la problemática, es cada vez más complicado encontrar buenos árboles, debido a que son muchas las familias que recurren a esta alternativa.
Piden al Gobierno que se mejore la regularidad en torno al despacho de los cilindros.
Venden internet por minutos
El internet es un servicio que ha pasado a ser indispensable en el mundo entero. Sin embargo, Cantv nunca ofreció servicio de telefonía y conectividad para los habitantes de El Dacero, manteniéndolos desconectados e incomunicados.
Las personas se veían en la necesidad de caminar hacia los cerros y subir a la cima con la intención de que los datos telefónicos levantaran y les permitieran por lo menos realizar una transacción bancaria.
«Nosotros estamos lejos de todo, ni siquiera podemos ir a la bodega porque primero, todo es más caro y segundo, no tienen punto y hay que hacer pago móvil con celulares que no agarran señal», expone Yuri Carmona.
Pero la astucia de una de las vecinas les ganó. Con esfuerzo instaló internet satelital en su vivienda para ofrecer el servicio a sus vecinos, quienes cancelan Bs. 700 por hora.
La vivienda ha pasado a ser el lugar más concurrido de la comunidad. Niños y adultos se concentran allí por horas para cumplir con las tareas escolares, realizar pagos o simplemente darle una ojeada a las redes sociales.
«Aquí además se ofrecen para realizar cualquier trámite o hasta para aceptar los bonos del carnet de la Patria», dice entre risas María Mujica.
La colectividad coincide en que el internet debe estar entre las prioridades del Gobierno para facilitar las cosas en zonas rurales, donde viven rodeados de limitaciones.