martes, 5 noviembre 2024
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Casa hogares en las manos de Dios

Isabella Delgado | LA PRENSA.- Incertidumbre que parece no tener fin reina en ancianatos de Barquisimeto. Cada vez es más difícil garantizar alimen­tos y medicinas para los abue­los recluidos, mientras que las donaciones y aportes moneta­rios se minimizan. Confiar en la “divina providencia” es lo único que los mantiene en pie, coincidieron religiosas y traba­jadores del hogar Corazón de Jesús, San Vicente de Paúl y Las Abuelitas.

La alimentación es el tema más álgido. En el caso del ho­gar San Vicente de Paúl, el pre­supuesto dispuesto para comi­da es suficiente para comprar, en su mayoría, verduras y hor­talizas. Los carbohidratos co­mo pasta y arroz provienen en su totalidad de donaciones rea­lizadas por personas naturales y empresas privadas, al igual que la charcutería. Las proteí­nas animales están fuera de su alcance económico, por lo que enlatados como sardinas com­plementan la alimentación ca­da vez que pueden.

La hermana Adriana, una de las trabajadoras del hogar Co­razón de Jesús, detalla que la ingesta de proteína ha dismi­nuido de tres veces a la semana a dos o una. “Gracias a Dios nunca hemos de dar alguna comida. Pero son una tragedia las compras. Antes teníamos menús especí­ficos para los abuelos con dia­betes y Parkinson, pero debi­mos cambiarlo y hacer uno único bajo en sal y grasas”, co­menta la religiosa de la congre­gación Marta y María. Y ese cambio se ha visto reflejado en los abuelos. “Tenemos casos de abuelos que han bajado de peso. No son todos, ni están en estado de desnutrición, pero sí ha habido cambios”.

En estos hogares no conocen de precios regulados. Al traba­jar con grandes cantidades de comida y contar con donacio­nes que no tienen un carácter fijo, en la mayoría de los casos, se han tenido que ajustar a la efervescencia sin descanso de los precios para garantizar los platos. “Todo lo compramos bachaqueado. No podemos ha­cer cola y a veces no nos da la plata para comprar por bulto. Estuve a punto de cerrar este año porque no sabía cómo ha­cer para mantener la casa”, confiesa María Barrueta, due­ña de la casa hogar La Abuela.

Salud en riesgo

La escasez de medicamentos como anticonvulsivos y antihi­pertensivos en los hogares pre­ocupa tanto a los cuidadores como voluntarios. “Hemos te­nido dos casos de convulsiones y tres de ACV (accidente cere­brovascular) por no tener me­dicamentos”, asegura la her­mana Adriana.

Además, de inexistencia de medicamentos, los abuelos del San Vicente de Paúl están ex­puestos a un colapso de cloa­cas dentro del hogar. Sólo en tuberías deben invertir al me­nos 400 mil bolívares para reinstalar las tuberías.

Saber que los abuelos no pueden valerse por sí mismo, como cualquier otro ciudadano que se “rebusca” ante la esca­sez y altos precios, empuja a los trabajadores y colaborado­res tratar de optimizar recur­sos. Pero son las donaciones, parte de la “divina providen­cia” en la que confían, las que mantienen las puertas abiertas de estos hogares. Todos, a pe­sar de tener distintas fortalezas y debilidades, requieren de do­naciones permanentes de ali­mentos, productos de limpieza y medicamentos de enferme­dades crónicas, como hipertensión, diabetes y del es­pectro neurológico.

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