Isabella Delgado | LA PRENSA.- Incertidumbre que parece no tener fin reina en ancianatos de Barquisimeto. Cada vez es más difícil garantizar alimentos y medicinas para los abuelos recluidos, mientras que las donaciones y aportes monetarios se minimizan. Confiar en la “divina providencia” es lo único que los mantiene en pie, coincidieron religiosas y trabajadores del hogar Corazón de Jesús, San Vicente de Paúl y Las Abuelitas.
La alimentación es el tema más álgido. En el caso del hogar San Vicente de Paúl, el presupuesto dispuesto para comida es suficiente para comprar, en su mayoría, verduras y hortalizas. Los carbohidratos como pasta y arroz provienen en su totalidad de donaciones realizadas por personas naturales y empresas privadas, al igual que la charcutería. Las proteínas animales están fuera de su alcance económico, por lo que enlatados como sardinas complementan la alimentación cada vez que pueden.
La hermana Adriana, una de las trabajadoras del hogar Corazón de Jesús, detalla que la ingesta de proteína ha disminuido de tres veces a la semana a dos o una. “Gracias a Dios nunca hemos de dar alguna comida. Pero son una tragedia las compras. Antes teníamos menús específicos para los abuelos con diabetes y Parkinson, pero debimos cambiarlo y hacer uno único bajo en sal y grasas”, comenta la religiosa de la congregación Marta y María. Y ese cambio se ha visto reflejado en los abuelos. “Tenemos casos de abuelos que han bajado de peso. No son todos, ni están en estado de desnutrición, pero sí ha habido cambios”.
En estos hogares no conocen de precios regulados. Al trabajar con grandes cantidades de comida y contar con donaciones que no tienen un carácter fijo, en la mayoría de los casos, se han tenido que ajustar a la efervescencia sin descanso de los precios para garantizar los platos. “Todo lo compramos bachaqueado. No podemos hacer cola y a veces no nos da la plata para comprar por bulto. Estuve a punto de cerrar este año porque no sabía cómo hacer para mantener la casa”, confiesa María Barrueta, dueña de la casa hogar La Abuela.
Salud en riesgo
La escasez de medicamentos como anticonvulsivos y antihipertensivos en los hogares preocupa tanto a los cuidadores como voluntarios. “Hemos tenido dos casos de convulsiones y tres de ACV (accidente cerebrovascular) por no tener medicamentos”, asegura la hermana Adriana.
Además, de inexistencia de medicamentos, los abuelos del San Vicente de Paúl están expuestos a un colapso de cloacas dentro del hogar. Sólo en tuberías deben invertir al menos 400 mil bolívares para reinstalar las tuberías.
Saber que los abuelos no pueden valerse por sí mismo, como cualquier otro ciudadano que se “rebusca” ante la escasez y altos precios, empuja a los trabajadores y colaboradores tratar de optimizar recursos. Pero son las donaciones, parte de la “divina providencia” en la que confían, las que mantienen las puertas abiertas de estos hogares. Todos, a pesar de tener distintas fortalezas y debilidades, requieren de donaciones permanentes de alimentos, productos de limpieza y medicamentos de enfermedades crónicas, como hipertensión, diabetes y del espectro neurológico.