Guiomar López | Guapa.- Llevan la mitad de su vida en las filas de Pandijazz y tienen el sitial de la única agrupación infantil de este género, cuyo talento vibra en cada presentación. La música recorre sus venas y gozan de la libertad para condimentar cualquier pieza en ritmos latinos.
Sus rostros evidencian la alegría, aún brillantes por el sudor al finalizar algún ensayo. Los chiquillos de la agrupación Pandijazz mantienen la adrenalina que fluye en ese ambiente de trabajo y de fraternidad. No saben de competencia malsana, pero sí de aprender en simultáneo y acoplarse a la disciplina que les permite transformar cada presentación en una experiencia única.
Se lo toman muy enserio y ya tienen el primer fruto de esta cosecha que dio con el álbum “Jugamos a hacer jazz”. Son 12 temas que aún promocionan como parte del esmero de la directora fundadora Norbelis Lameda y quien dejó a cargo a David Aricuco, antes de radicarse en México. Un camino muy adelantado con la madurez de estos niños que se acoplan a la dinámica del jazz, como un género rico en improvisación, pero sin caer en los abusos.
Tienen todas las energías enfiladas para comenzar junio con la celebración de sus 8 años de carrera. Lameda dejó buenos pupilos que se evidencian en la docena de piezas en el disco con 9 versiones de jazz y 3 temas inéditos que hablan de las raíces de la agrupación. Tienen a “Pandijazz” con el recuento de la historia de este grupo, “Eres tú” que muestra al amigo confidente, una dedicatoria a un ser querido y “Katherine” alusiva a la alumna fundadora de apellido Giménez, que narra su pasión por el jazz.
Ya son 22 miembros que dan vida a Pandijazz, quienes se acoplan a la teoría y mantienen ese ritmo para ajustar sus acordes a la improvisación. “El jazz parte de lo exacto y según el dominio, te permite llegar a la tonalidad y rítmica, a propósito del estilo personalizado”, explica Aricuco de esa raíz del jazz, pero con fundamentos del rock, balada y demás ritmos latinos.
Crecen con disciplina
Los niños fácilmente se adaptan a dicha dinámica e identifican los derivados del jazz, con los parámetros más factibles. Una condición que manejan desde los 6 años y hasta los 16 años, más aún al considerar que al ingresar a estas filas ya deben dominar la teoría básica de la música. Dicho nivel básico es ganancia en el desarrollo aptitudinal aunado a la concentración y creatividad de estos niños que crecen en Pandijazz.
La libertad para modificar permite reconocer a la vitrina académica del jazz, muy atractiva para hembras y varones que siempre buscan la armonía al juntar varias notas. Una dinámica que encierra el bloque instrumental en las filas de vientos, bien sea de madera o metales; percusión, así como la armonía que –por lo general- se consigue en el piano, guitarra y bajo. Finalizan con las voces que se acoplan de acuerdo a cada una de las piezas.
Pero este éxito se obtiene del hábito de los niños que asumen la música como parte de su estilo de vida, gracias a una preparación previa y que se condimenta con los ensayos diarios en casa. Esto se evidencia en la madurez del rendimiento de cada participante, quienes mínimo deben revisar el instrumento, previo a cada presentación. “Si no estudian, no tienen capacidad para fijar su propio sello personal, ese que no interfiere con la ejecución del resto de compañeros”, advierte Aricuco.
Pandijazz convive en la cordialidad de sus participantes y se nutre de esa comprensión de un género que respeta su historia y raíces. Gana en la autonomía que aprende de la apreciación de videos y siguiendo el patrón de aquellos representantes del jazz que permiten comparar cada una de las ejecuciones.
Tal energía y entusiasmo es lo que irradia en el escenario, con niñas que pueden ser tan elegantes de vestidos, pero sin perder lo colorido de su infancia y algunos de sombreritos o chaqueticas que marcan esa imagen irreverente del jazz, pero sin caer en el descuido. Una expresión compartida con el público, ansioso de disfrutar el talento de estos niños y adolescentes. Una puesta en escena impecable que se ha escuchado hasta en el importante festival de Oslo, en Noruega.
Tenerlos al frente es el contagio inmediato de esa buena vibra en sus piezas inéditas o versiones. Antes los vientos iban al frente, pero ahora esta fila es más larga y se adapta en bloques, para tener el mismo impacto de una big band jazz, sin opacar al resto de los instrumentos. Las melodías tan potentes de las trompetas siempre van al final, mientras saxofones y clarinetes van adelante.
Divertida expresión
María Estéfany Ortega es una de las integrantes que lleva la mitad de su vida en Pandijazz. A sus 11 años, ya ha tenido la dicha de representar a esta agrupación en Noruega y lucirse como violonchelista, ahora dedicada al bajo eléctrico. Sus ojos claros se cierran, cuando se estremece con las graves notas de su ejecución.
Es una entrega total que se evidencia en el dinamismo que imprime en cada pieza. Notas que conllevan al movimiento, tal como ella lo disfruta y así lo transmite hasta erizando la piel del público.
Crecer en la música
La expresión de José Moncayo es un chico curioso e inquieto. Esto lo aplica en los casi 3 años en esta agrupación y teniendo como principal musa, a su madre Francis Machado, reconocida con el premio “Voz de Oro 2008”. Su infancia ha transcurrido en un hogar colmado de canto, pero él marca su identidad musical al brillar con el saxofón.
Su espontaneidad le impide quedarse en silencio, pero esa misma adrenalina es la que aplicó a su iniciación en el piano. “Es aprovechar todas las formas de moverse y hacer que cada pieza sea única”, señala este chico de 11 años.
Energía efervescente
El jazz une a la familia y así lo admite Aura Ortega, quien sigue los pasos de su hermana María Estéfany. Es una de las trompetistas que se deleita de sentir la energía de cada obra, más cuando pasan de la partitura clásica y se permiten hasta incluir ritmos latinos.
Ella tiene 9 años y asume a esta agrupación en fraternidad. No existe la competencia con rivalidad, mas sí el interés por mejorar en la calidad de cada ejecución. Se comparan, pero sin interferir en el desempeño de sus compañeros, y terminan ayudándose en ese desarrollo que sabe distinguir entre el sello personal, sin llegar a romper la armonía en grupo.
Agendas copadas
Tal como lo reitera Aricuco, los miembros de Panijazz ingresan con cierta preparación musical. Un ejemplo es Luis Fernando Torres quien no abandona la percusión y convierte su casa en una sala de ensayos, con el sueño de ser un músico profesional, afamado por esa preparación continúa.
Su padre Natividad Torres hace todo lo posible por acompañarlo a todas sus actividades. Luis Fernado cursa 4 grado por las mañanas, mientras los lunes y miércoles por las tardes están dedicadas,con una gran entrega disciplinada a sus clases en el Conservatorio Vicente Emilio Sojo. Le encanta cuando tiene varios fines de semana de conciertos.
Con todos estos testimonios comprendemos que el talento de Pandijazz parte de un ameno compartir en familia, con miembros que se nutren a diario y a pesar de su corta edad tienen la madurez de experimentar la fusión de ritmos, armonía que les garantiza el brillo como la única agrupación infantil de jazz en Venezuela, cuyo semillero germina en la belleza de la música y en la libertad del jazz.