La recta de Padre Diego, ubicada en la carretera vieja hacia Carora en Lara, se convirtió en un infierno aquella madrugada del 9 de enero de 1960, tras un accidente en el que siete personas murieron carbonizadas.
Todo transcurría con normalidad. El vehículo de «Líneas Unidas» de Barquisimeto, perteneciente a esa empresa de transporte conocida por sus rutas rápidas hacia Maracaibo, había ganado popularidad entre comerciantes y viajeros habituales que necesitaban desplazarse entre el bullicio del estado Lara y el Zulia, atravesando carreteras polvorientas y desoladas.
Los relatos de la época describen que el transporte era un miniautobús envejecido, pero aún considerado apto para la travesía de más de 300 kilómetros. Esa madrugada salió de Barquisimeto con once pasajeros que tenían como destino Maracaibo, estado Zulia.
El conductor, Miguel Zambrano, era un experto al volante en esa carretera. El viaje avanzaba sin mayores contratiempos, y los pasajeros conversaban entre sí.
Esta carretera, Carora-Barquisimeto, es recordada por sus más de 300 curvas, y durante años fue una de las más transitadas del país por quienes se dirigían del centro al occidente, o viceversa.
Aún no asomaba el sol cuando el miniautobús recorría la vía sin contratiempos. Uno de los pasajeros miró el reloj y le comentó a otro que llegarían a buena hora a Maracaibo. Eran las 5:00 de la madrugada y transitaban por la recta del caserío Padre Diego, situado en el kilómetro 20.
Tras recorrer cuatro kilómetros llegaron al fatídico kilómetro 24, un punto que desde entonces quedó grabado como fuego en la memoria de los sobrevivientes. Según testimonios, el conductor perdió el control del minibús e impactó contra un puente. De inmediato, un fuerte olor a combustible comenzó a invadir la cabina, y en segundos las llamas envolvieron el vehículo.
El fuego se propagó con una violencia indescriptible, alimentado por el combustible derramado que se extendía bajo la estructura del autobús. El fuego devoró el vehículo con una rapidez aterradora, convirtiendo los gritos desesperados en un eco trágico que se perdió entre la vegetación árida que rodeaba la carretera. De los once pasajeros que abordaron el autobús esa madrugada, siete murieron carbonizados sin poder escapar del infierno que se había desatado a su alrededor.
Quienes lograron salir sufrieron quemaduras y heridas. Algunos se lanzaron al vacío desde las ventanas, mientras que otros forcejeaban para poder abrir la puerta que estaba trabada por el impacto y el calor.
El conductor trataba de ayudar a las víctimas, cuyos gritos eran desgarradores, e intentaba apagar el fuego.
La desesperación del conductor al ver a los heridos sin poder atenderlos fue presenciada por un funcionario de la Guardia Nacional que pasaba por la zona.
El uniformado se detuvo de inmediato y comenzó a dar los primeros auxilios a los heridos, mientras el vehículo seguía siendo consumido por las llamas.
Cuatro personas resultaron heridas, con quemaduras de segundo y tercer grado.
La ayuda llegó tarde a padre Diego, pues al ser de madrugada la información sobre la tragedia se demoró en llegar.
Al lugar del suceso se trasladaron los bomberos, quienes al llegar desplegaron sus equipos para apagar las llamas que ya habían consumido casi por completo el vehículo.
«Mi abuelo recordaba siempre ese hecho y decía que ese día el caserío estaba conmocionado. Era la primera tragedia en accidente de tránsito ocurrida en Venezuela en los primeros días del año», comentó Sinecio Sánchez, residente del caserío Padre Diego.
Los restos calcinados del autobús y de sus pasajeros permanecieron abandonados en el lugar durante horas, hasta que finalmente fueron recuperados por bomberos y un grupo de voluntarios que acudieron al sitio.
Tras sofocar las llamas y enfriar la estructura metálica retorcida, los bomberos procedieron a la extracción de los cadáveres, algunos de los cuales resultaron irreconocibles.
La siguiente tarea fue identificar a las víctimas. Gracias a la labor de los funcionarios se logró reconocer a seis de los siete pasajeros fallecidos: Édgar Pérez y Pastor Yépez, ambos de 19 años; una mujer de aproximadamente 35 años y sus tres hijos; y una niña de 4 años.
Los sobrevivientes del accidente en Padre Diego fueron Miguel Zambrano, el conductor; Aurora Peña, quien sufrió quemaduras de tercer grado en cuello, manos y espalda; Laura de Acevedo, con quemaduras en manos y rostro; y una adolescente de 17 años.
La noticia se propagó rápidamente por la región. En una época en la cual la comunicación era limitada y la seguridad en las vías rurales era un tema casi ignorado por las autoridades, el siniestro se convirtió en un recuerdo doloroso para quienes perdieron a sus seres queridos.
El dolor de los habitantes de padre Diego se intensificó, al ver cómo personas inocentes perdieron la vida en el accidente.
Aunque no se pudo determinar la causa precisa del accidente, algunos testigos sugirieron que pudo haber sido un desperfecto mecánico.
La mayoría de los pasajeros residían en el estado Lara, pero algunos viajaban a Maracaibo por visitas o estudios.
Édgar era oriundo de Siquisique, mientras que Pastor provenía de Aguada Grande; ambos eran estudiantes de primer año de ingeniería en la Universidad de Mérida.
La mujer y sus tres hijos eran de Barquisimeto, y la niña de 4 años era del estado Zulia.
Los cuerpos fueron sepultados sin ceremonias ostentosas, reconocidos apenas por sus familiares, quienes tuvieron que identificar restos irreconocibles.
Hoy, el kilómetro 24 de la vía Carora-Barquisimeto en Padre Diego sigue siendo un tramo peligroso, pero el recuerdo de aquel accidente mortal ha quedado relegado al olvido, mencionado ocasionalmente en conversaciones de ancianos que aún recuerdan con horror aquel día en que la carretera se convirtió en un infierno.
En las décadas de 1960 y 1970, las autoridades policiales y los habitantes del estado Lara estaban alarmados por el aumento de los siniestros viales.
La principal preocupación era el exceso de velocidad, causante de la mayoría de los accidentes de tránsito en la región.
En estos incidentes, niños, adolescentes y adultos perdieron la vida, y en algunos casos los vehículos se incendiaron tras impactar contra objetos fijos.
En 1968 se registraron 73 muertes por siniestros viales, cifra que aumentó a 99 en 1969, con 1.567 heridos, según datos del inspector adjunto de Tránsito del estado Lara en esa época.
La preocupación de las autoridades por el incremento de los accidentes crecía a diario, y aunque contaban con funcionarios desplegados en diversos sectores y monitoreaban cada kilómetro, esto resultaba insuficiente ante el aumento anual del número de vehículos en el estado Lara.
Esta preocupación persiste en Venezuela, donde 65 años después los siniestros viales continúan en aumento.
El año 2024 estuvo marcado por una alta incidencia de accidentes de tránsito en Venezuela. Según cifras del Observatorio Venezolano de Seguridad Vial (OVSV), se registraron al menos 1.373 muertes en siniestros.
Durante ese año, ocurrieron al menos 3.157 accidentes de tránsito. Marzo fue el mes con mayor incidencia, con 419 accidentes, coincidiendo con el feriado de Semana Santa, por lo que la cifra de accidentes se corresponde con lo que tradicionalmente ocurre en esa temporada. En abril, se registraron 340 siniestros; en mayo, 284; en junio, 223; en julio, 231; en agosto, 146; en septiembre, 238; en octubre, 306; en noviembre, 295; y en diciembre 354 accidentes.
Después de un gran trabajo en los entrenamientos en Pavia para prepararse para la Copa…
El Vaticano compartió la primera foto del Papa Francisco desde que ingresó al hospital Gemelli…
Al menos 59 personas murieron y alrededor de 150 resultaron heridas después de que un…
Luego de siete semanas en el templo Matriz de Quibor, municipio Jiménez la imagen de…
El año 2024 fue particularmente crítico en materia de seguridad vial en Venezuela. De acuerdo…
La Cámara Ferretera Nacional (CFN) estima consolidar un intercambio nacional con Colombia, informó Bruno Saglimbeni, presidente…