lunes, 1 diciembre 2025
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Phubbing: La nueva barrera de comunicación en parejas y familias

Phubbing el acto de ignorar a una persona en una interacción social por prestar atención al celular, lo que daña la comunicación y lazos afectivos.

La acción de mirar el celular a cada instante para revisar las notificaciones de mensajes o abrir las Redes Sociales (RR. SS.), incluso cuando se sostienen conversaciones interpersonales, se conoce como «phubbing«, un término anglosajón para referirse al comportamiento que está afectando la comunicación entre las familias y enfriando el vínculo de la intimidad entre parejas. Así lo advierten especialistas, quienes señalan que este fenómeno pone en riesgo la salud mental.

El aislamiento social es el primer síntoma que se presenta, porque las personas prefieren la interacción digital y su interés se centra más en el scroll (desplazamiento del contenido en pantalla), en los «me gusta» de fotos y videos, y en el bombardeo de información de internet o RR. SS. En la actualidad, hablar de manera presencial entre esposos, novios, padres, hijos o amigos pareciera que ha quedado en segundo plano.

Aunque en el DSM-5 y el CIE-10, que son manuales estadísticos de trastornos mentales no se clasifica a la dependencia del móvil como una adicción, la realidad es que cuando el ser humano se expone por largas horas al brillo de la pantalla, los colores y los movimientos rápidos de los contenidos seleccionados por algoritmos, experimenta un menor funcionamiento cognitivo.

«Se requiere un esfuerzo mental mínimo. No necesita mayores funciones cerebrales para sentir placer con el celular, porque un reels te puede causar gracia, puedes interactuar, quizás te aparezca información que no conocías, y eso es mucho más fácil que mantener un hilo discursivo de manera lógica con una persona», indicó Magjell Andrade, psicóloga y magíster en orientación de la conducta.

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Dopamina pura

Explicó que las RR. SS. actúan sobre la dopamina, un neurotransmisor del sistema nervioso central que activa los circuitos de la motivación, está ligado a la felicidad, el bienestar y el placer que experimenta una persona que se mantiene absorto al celular, porque todo ese contenido virtual lo hace sentir bien, activándose un estado de recompensa.

«Ser tan dependiente al móvil interfiere en la comunicación verbal y no verbal de las parejas. No solamente nos comunicamos con la voz, también con gestos, caricias, silencios, abrazos y si nos involucramos tanto en el teléfono, eso reduce la calidad de la comunicación y limita el funcionamiento de esa pareja para llevar un hogar», mencionó Andrade.

Lo primero que siente una persona que no puede comunicarse asertivamente con su pareja es un daño emocional, se siente ignorado. Percibe una pérdida de interés y de atracción, y eso deja profundas heridas en su autoestima y en su autoconcepto (imagen que la persona tenga de sí misma).

«Esto puede afectar la intimidad de la pareja, porque para llegar a ese ejercicio de la función sexual se necesita conexión, juegos previos, intencionalidad. Y si estamos prestando más atención a otras actividades, evidentemente hay una ruptura del vínculo. Entonces el celular se convierte en una barrera que puede ser física y psicológica, porque se enfría esa intimidad emocional y erótica, afectando la sexualidad entre la pareja», expresó.

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Uso excesivo del móvil «Señal de infidelidad»

Adriano Presenza, psicólogo y magíster en orientación para padres, con experiencia en terapia de pareja, señala que el uso compulsivo del móvil es la primera alarma de desconfianza en un matrimonio. Pueden presentarse los celos si uno de los cónyuges dedica más tiempo a la interacción virtual que al diálogo cara a cara. Incluso, si este trata de ocultar su teléfono eso podría ser una clara señal de infidelidad y de falta de transparencia.

«Cuando hay temas de inseguridades e infidelidades, el teléfono es un factor que genera malestar, porque se maneja de mala manera. Suele pasar que hay uno que siempre va a esconder su celular, mientras que el otro actúa como el investigador. Ambas cosas no son sanas porque el teléfono es privado, pero eso no implica que haya que esconderlo. En un matrimonio es válido que se sepan las claves, no por un tema de control, sino de finanzas compartidas. También es válido preguntar quién llamó, pero no suponer, es preferible preguntar», exclamó.

Alega que el celular es personal, pero se debe manejar con confianza. «Cuando se está en pareja la prioridad tiene que ser el otro, no el móvil, este aparato debe quedar en segundo plano…La gente tiene que entender que en una pareja no estamos para cambiar al otro, estamos para acompañarnos y sentirnos a gusto», refirió Presenza. Para evitar esa pérdida de confianza, se deben establecer acuerdos en la relación. No es condicionar al otro, es tener normas para convivir.

«Las personas acuden a terapia de pareja más que como una manera de salvación, para aprender a ser pareja, porque nadie nace aprendido. Hay que establecer acuerdos y comprender que más que dedicar tiempo de cantidad es tener tiempo de calidad con la persona que compartes tu vida», manifestó Andrade, quien tiene más de 16 años de experiencia en acompañamiento psicológico.

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Evasión de la realidad

Una de las consecuencias de estar tanto tiempo pendiente del celular es que disminuye la concentración y las personas tienen poca tolerancia a la frustración, se aburren rápido de cualquier actividad.

«A veces hay quienes tienen tantos pensamientos intrusivos que necesitan aislarse de esas ideas o buscan silenciarlas a través del teléfono, porque meterse en una red social y poder leer o ver algo es una manera de distraerse, pero también de evadir la realidad», indicó Magjell Andrade, psicóloga y profesora universitaria.

Karina Monsalve, psicólogo clínico, explicó que las redes sociales (RR. SS.), crean en muchas parejas dependencia de la validación externa, sobre todo en adultos jóvenes. «Los likes y comentarios en las publicaciones se convierten en una medida de su valor personal. La falta de estos ‘me gusta’ pueden generar mucha ansiedad y frustración en la persona que no lo recibe y eso opaca la confianza en sí mismo», dijo.

Es bastante frecuente que si una persona tiene una autoestima que no está regularizada se presenten los «celos digitales». Es decir, le genere desconfianza la interacción que pueda tener su pareja con otras personas en las redes.

«Hay quienes esperan que sus parejas las presuman en las historias o en el contenido que se publique en las RR. SS., y eso puede repercutir en el valor que a esa persona le están dando, o en la importancia», acotó Andrade.

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Phubbing afecta más a los niños

Los dispositivos digitales se han convertido en parte de la rutina diaria de cualquier persona, se usan para comunicarse, entretenerse, informarse, organizarse, mantenerse conectados para pagar los servicios, realizar cualquier transacción bancaria, para el ocio, el trabajo y hasta los estudios. Pero lo que más le preocupa a los psicólogos es que el uso de pantallas está comenzando cada vez a más temprana edad.

«Ahora los niños son más propensos a estar expuestos a este tipo de pantallas y se les brinda las herramientas para que estén expuestos desde bebés. Se les da la tablet o el móvil para que se distraigan y eso compromete su atención y su estimulación. Cuando a este bebé le das un juguete no lo va a querer, porque va a preferir la estimulación constante del móvil», indicó Cristina Caballero, psicólogo clínico infanto-juvenil.

Entre los tres y cinco años, un niño que esté acostumbrado a estar por horas viendo juegos y videos en el celular se le hace mucho más difícil seguir instrucciones, porque se activa el estímulo de recompensa. «Los colores y sonidos que aparecen en la pantalla enganchan al niño y va a preferir eso, porque es un estímulo de respuesta, dejando los juguetes a un lado, en el colegio se pueden ver afectadas las interacciones sociales, prefieren aislarse y esto puede influir en que se vea comprometido su rendimiento académico», explicó.

Mayor conciencia sobre el uso de pantallas

Para el psicólogo clínico, Luis Alberto Oropeza, la tecnología no debe ser satanizada, el problema es el uso que se le dé. Es la sociedad la que tiene que generar una conciencia responsable sobre este tema.

«A mí lo que más me preocupa de la dependencia a ver contenido en internet o del abuso de las RR. SS. no son los niños o adolescentes, son los padres, porque usan los móviles como una forma de manejar de manera sencilla a sus hijos, dado que los niños se enfocan en hacer las cosas que les gustan y dejan de molestar y de incomodar. Ven a las RR. SS. y al internet como una niñera gratis, porque les permite hacer sus cosas mientras que los infantes están concentrados en las pantallas», reveló.

Los problemas más frecuentes que experimentan los niños y adolescentes son frustración, trastornos de ansiedad, trastornos depresivos. No solamente por la exposición constante a aplicaciones como TikTok, Instagram, sino de juegos como Roblox, BrawlStars y Minecraft.

«Un niño debería usar máximo dos horas, 40 minutos el móvil y no de manera continua, después de la escuela y de cumplir sus compromisos académicos lo puede utilizar. Mientras que a un adolescente lo que se recomienda es que no se exponga más de cuatro horas al día a las pantallas», opinó Oropeza.

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