Agencias | LA PRENSA DE LARA.- Santiago respira mejor aire. Considerada una de las ciudades más contaminadas de América Latina, la capital chilena redujo como nunca antes la polución desde que comenzó a hacer mediciones en 1997. ¿Cómo lo hizo?
Vigilancia permanente
Encerrada entre cerros, Santiago se transforma en el invierno austral en una gran olla a presión. Las bajas temperaturas y una menor ventilación impide que circulen los gases contaminantes, cubriendo la ciudad con una densa capa gris. El período más crítico es entre mayo y agosto.
Pero este año, en el mismo lapso, registró su índice más bajo de contaminación desde 1997, cuando empezó con las mediciones. En 2023 hubo 17 episodios de alerta frente a los 50 en 2015, el más contaminado en los últimos ocho años.
La ciudad donde vive cerca de la mitad de los 19 millones de chilenos, y que según las mediciones de la empresa suiza IQAir es la capital más contaminada de América Latina, instaló una vasta red de estaciones de monitoreo.
«Si tu no mides el problema, difícilmente vas a solucionarlo«, dice a la AFP Marcelo Mena, exministro de Medio Ambiente y profesor de la Universidad Católica de Valparaíso.
A partir de estas mediciones, que pocos países hacen en América Latina, Santiago adopta medidas cuando la contaminación alcanza niveles peligrosos para la salud: se restringe la circulación de automóviles y se paralizan las fábricas más contaminantes, entre otras acciones.
En todo Chile, se calcula que la contaminación atmosférica por material particulado fino causa alrededor de 3.000 hospitalizaciones y cerca de 4.500 muertes al año.
Mena estima que Santiago redujo entre 70 y 75% su contaminación en las últimas tres décadas.
Mediciones focalizadas
La medición es focalizada. En el jardín infantil Ichuac, un parvulario público del municipio de Peñalolén, en el este de Santiago, dos monitores de bajo costo miden la calidad del aire.
«Tomamos decisiones en base a la información que nos entregan«, dice su directora Alejandra Urrutia.
Si el indicador está en rojo significa que la contaminación llegó a un grado de riesgo para la salud humana, entonces se reducen la actividades físicas de los niños y se les pide a los padres que apaguen los motores de los vehículos cuando recogen a sus hijos.
O también antes de barrer se rocía con agua los pisos, explica Urrutia.
La iniciativa beneficia a 104 niños que asisten a esta escuela, un oasis verde, con huerto e invernadero propios, en una sector pobre de la capital chilena.
Fuente: AFP.