Daimar Díaz | LA PRENSA DE LARA.- Salir a las calles con una carretilla o bicicleta a hacer mandados o llevando paquetes se ha vuelto una opción de trabajo para los guaros durante esta cuarentena declarada por la pandemia y que se ha transformado, además de una amenaza para la salud, en un golpe económico para cualquiera.
Desde muy temprano Jairo Ruiz, un joven hombre de 35 años de edad, gana dinero empujando su carretilla. Desde hace dos meses sale de su casa con un cartelito que dice «se hacen viajes» y ofrece su servicio a las personas que se encuentren en el centro de Barquisimeto. Carga bolsas y paquetes de los compradores y los lleva hasta los vehículos o paradas de transporte público.
«El día que decretaron la cuarentena radical iba a comenzar a trabajar en una empresa, pero no pude cumplir con ese empleo y aunque este no es el oficio al que estoy acostumbrado, es una manera de mantenerme activo y de poder llevar el sustento a mi casa», expresó este hombre quien detalló que su labor como «carretillero» no fue una decisión fácil, pues tenía 8 años trabajando en entidades bancarias, pues es técnico superior en seguridad laboral.
La modalidad de cargar paquetes sea en carretilla o en bicicleta tiene un costo en bolívares, pero los que trabajan en esto también se activan para recibir pagos en alimentos. Entre Bs. 200 y 500 mil puede costar un traslado depende de la cantidad de peso que lleve la persona.
«Dependiendo de lo lejos que vaya la persona se cobra entre 200 o 500 mil bolívares, pero nos resulta más recibir pagos con comida porque así los días que son malos y no logramos conseguir ningún cliente nos ayudamos con lo que ya tenemos en casa», explica Eddi Soto, otro carretillero que se la pasa buscando clientes en el centro.
Las bicicletas también son otro medio de transporte de los paquetes, con mucho ingenio los guaros las han adaptado colocándoles cestas como especies de baúl que no sólo sirve para aliviar la carga, sino para que el cliente se sienta más seguro en el traslado de la mercancía.
«En varias oportunidades los clientes no se confiaban de montar sus compras en la bicicletas porque creían que se iban a caer, por eso decidí adaptarla para tener más comodidad de pedalear y que la persona que contrate el servicio se sienta confiada», añadió Carlos Mendoza, bicicletero, quien se gana la vida pedaleando.
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