jueves, 4 septiembre 2025
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Uso excesivo de luces se convierte en un riesgo para la salud pública

El uso extremo de luces en el entorno afecta el bienestar, no solamente de los humanos, sino también de la fauna y flores, además de la seguridad vial.

Los excesos en luces artificiales se traducen en contaminación lumínica que conocedores de la astronomía cuestionan por interferir en la contemplación del cielo, ambientalistas rechazan los daños en la salud humana al irrespetar la tranquilidad de la noche, urbanistas llaman al respeto en espacios públicos o establecimientos comerciales y expertos en seguridad vial alertan del peligro que sea detonante de accidentes de tránsito.

Las observaciones también se orientan al alto consumo de electricidad que puede dejar a oscuras a zonas que no cuentan con el eficiente servicio, incluso al percibirse algunas luminarias públicas encendidas en horas del día.

En reciente entrevista, Franco Della Prugna, físico y miembro del Centro de Investigaciones de Astronomía (CIDA), insistió en crear conciencia sobre su mejor administración e instalar un sistema ecológico para evitar el mínimo desperdicio. De hecho, un estudio publicado en Science detectó un aumento en la cantidad de luces artificiales en las ciudades de casi un 10% cada año, entre 2011 a 2022.

Uso excesivo de luces se convierte en un riesgo para la salud pública

El uso de las luces en exceso resulta en diversos peligros

Una de las graves implicaciones es el accidente vial, por lo que Lilian Romero, de Asotránsito, resaltó los riesgos de las modificaciones de vehículos con barras de luz de alta intensidad que encandilan y ocasionan el efecto espejo en el chofer del canal contrario, le disminuye la visión y más aún, tratándose de vías oscuras. Lo mismo aplica para las motos.

Para el ambientalista Hildebrando Arangú se necesitan criterios técnicos y de eficiencia sin malgastar, por las consecuencias en la salud humana, al ir en contra del ciclo natural del día y la noche. Se perjudica el descanso y se tienen trastornos de sueño, así como fatiga en la visión.

También repercute en desgaste en la flora, que necesita de la oscuridad para que consuman el debido oxígeno. Recuerda que los insectos y aves pueden migrar, les interfiere en la reproducción y hasta dificulta el sentido cazador de reptiles. Se puede comprometer ese aporte de polinizadores y dispersores de semillas. «No olvidemos que habían zonas que se tenían bosques y terminaron siendo parches de bosques, como parte del ecosistema», expresó Arangú.

Explica Radhamés Barroeta, divulgador de astronomía y colaborador de Fundacite, que se debe estudiar la sobreiluminación que perjudica, que ocasionan la muerte de aves al estrellarse, además de confundir a los insectos que terminan acumulados y muertos por la alta temperatura.

Uso excesivo de luces se convierte en un riesgo para la salud pública

«También faltan criterios ante la sensación de seguridad de las luces y en los establecimientos que las usan como estrategias de marketing. No hay necesidad de sobreiluminar», precisa y lamenta ver que tallos de los árboles sean «forrados» de luces.

María del Socorro Escalona, arquitecto y urbanista, también recuerda que los espacios públicos deben tener su adecuada iluminación, tanto así que la separación entre postes es de 30 metros y que la publicidad en fachadas iluminadas y pantallas debe ser regulada. En plazas y parques tampoco se puede abusar con tantas luces artificiales en fuentes, estando en tendencia actualmente. Sólo complejos deportivos tienen sus lámparas de alto alcance, pero siendo permitido y en cascos históricos con el debido respeto a su arquitectura.

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