martes, 26 noviembre 2024
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Venezolanos huyen por el llano ante cerco sanitario en Táchira

Ana Uzcátegui | LA PRENSA DE LARA.- Desde el 14 de marzo el gobierno nacional decretó un cerco sanitario en Táchira, por la segunda ola de casos de coronavirus a causa de la variante brasileña, un virus más contagioso y agresivo. Pero a pesar de mantener cerrados todos los accesos del estado andino, la estampida de venezolanos escapando de la crisis económica, política y social no ha cesado. Jóvenes siguen buscando sin tregua lugares de acceso a la frontera colombiana y lo hacen penetrando la llanura de Apure por el Río Arauca.

Para los venezolanos el hambre resulta más peligrosa que la pandemia. Algunos caminan por días enteros, muertos de hambre, deshidratados e insolados, y hasta sin nada en los bolsillos. Son los que se van en situación de indigencia. Los que tienen más recursos lo hacen con el dinero justo para pagar los pasajes de cada autobús que les toca tomar para llegar a la frontera. Una vez en territorio neogranadino están a la buena de Dios.

Maickol Mendoza de 18 años abrazaba con fuerza a su madre Sonia Ortíz en el Terminal de Pasajeros de Barquisimeto el sábado 21 de marzo a las cinco de la tarde. Con lágrimas se despedía de lo que podría ser un hasta luego de varios años de separación. El joven que tiene ocho meses graduado como bachiller en ciencias no pensó en ingresar a una universidad venezolana, desde que salió del liceo en 2020 se dedicó a trabajar de buhonero y con ayuda de familiares en el exterior logró juntar 300 dólares, único capital para llegar a Perú a reunirse con dos hermanas.

«Allá hay esperanzas de progresar, tener un trabajo que me alcance para comer, vestir mejor y ayudar a mi mamá. En Venezuela no hay futuro», indicó el adolescente, que viajaba sólo y cargando una maleta. En ese primer punto pagó 25 dólares para un trayecto desde Barquisimeto hasta Guasdualito en Apure que dura 10 horas, y tiene 536 kilómetros de recorrido.

«Los venezolanos están utilizando de nuevo pasos fronterizos que habían sido olvidados por los riesgos que se corren. Los criollos además de someterse al matraqueo en las 23 alcabalas que se consiguen de Barquisimeto al Río Arauca, tienen que lidiar al llegar a Apure con los elenos de la guerrilla colombiana», contó un transportista a LA PRENSA, quien pidió no ser identificado, refiriéndose a los miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Indicó que la buseta que toman en Barquisimeto llega hasta El Cantón, vía Guasdualito, que realmente es estado Barinas. Allí deben agarrar otro autobús hasta El Amparo, municipio Páez de Apure, que les cobra 400 mil pesos colombianos (2.020.792 bolívares), ó tomar un carrito por puesto en el que deben pagar tres dólares. Una vez allí deben tomar una canoa que tiene un valor de 2.500 pesos colombianos o un millón 262 bolívares, para atravesar el caudaloso Río Arauca.

«Al montar la canoa es cuestión de pocos minutos para llegar a Colombia», relató la fuente consultada, pero lo que parece un paso inofensivo, es quizás uno de los trayectos más arriesgados, porque los pasajeros van sin ninguna protección y corren el riesgo de caer al río que tiene 300 kilómetros de cauce, bien sea por un accidente o porque las lanchas son derribadas por la marina colombiana que busca frenar la estampida por pasos ilegales.

A riesgo

Yonfran Freites, tiene 37 años, una discapacidad marcada por una anomalía nasal en pies y manos. Además es diabético y tiene un úlcera en la pierna derecha. En esas condiciones salió de su casa en Maracay estado Aragua y tras 24 horas de espera consiguió una cola hasta Barquisimeto. Iba acompañado de su hermano de 25 años, su cuñada de 21, y dos niños de seis años y seis meses. Contó que caminó desde el Terminal de Barquisimeto hasta el Peaje El Cardenalito limité con Yaracuy.

El hombre arrastraba los pies portando unas chanclas rotas y medias. Vestía un short y una franelilla. Cargaba un bolso tricolor con dos mudas de ropa, y se encontraba en estado de desnutrición. «Yo me voy de Venezuela porque prefiero pedir en la calle en otro país que seguir comiendo de la basura», expresó. Emprendió el viaje hacia San Antonio de Táchira aun sabiendo que los accesos están cerrados. Aspira ingresar por los «caminos verdes», esperanzado de poder sortear la matraca de militares y policías a su paso, además de los trocheros.

 

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