La resistencia a aceptar y abordar los traumas vividos en la infancia puede desencadenar el llamado «síndrome del niño herido», que si bien no constituye un diagnóstico clínico formal, este término psicológico refiere a la persistencia de las heridas emocionales de la niñez en la vida adulta con graves repercusiones en el comportamiento. Los especialistas en psicología señalan que la edad más vulnerable suele estar entre los 6 y 12 años, período en el que se consolidan las cinco heridas principales que son el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia.
La psicólogo, María Alejandra Sivira, explica que la etapa comprendida en esas edades, que a menudo se denomina la niñez intermedia o escolar, se convierte en un período fundamental para el desarrollo humano no sólo a nivel cognitivo y social, sino también en la esfera emocional. «Es durante estos años que los niños se vuelven más susceptibles a la formación de las llamadas heridas emocionales, que son patrones de dolor o creencia negativa profundamente arraigados que influyen en su comportamiento y relaciones futuras».
La OMS ha recalcado que el trauma infantil, entendido como una respuesta a una situación estresante y amenazante, puede tener efectos devastadores en la salud mental y física a largo plazo, aumentando el riesgo de depresión, ansiedad, y conductas de riesgo, como el consumo de drogas y tabaquismo.


Traumas no resueltos: El lastre que se arrastra hasta la adultez
Luis Alberto Oropeza, psicólogo clínico, detalló que «el trauma psicológico infantil se gesta cuando un niño se expone a eventos o circunstancias que sobrepasan su capacidad y sus recursos personales para afrontarlos. En ese momento, la amenaza no sólo está afuera, sino que su propia incapacidad percibida (para realizar una tarea o actividad) lo desborda. Esta vivencia no se borra; simplemente se transforma en un lastre emocional de depresión, ansiedad y otras consecuencias psicológicas que se manifiestan de manera persistente en la vida adulta».
Y es que la falta de confrontación o gestión de estos traumas se manifiesta a través de diversos patrones disfuncionales, tales como timidez, codependencia emocional, profundas inseguridades, desarrollo de adicciones, y conductas pasivo-agresivas, entre otras. Los expertos en salud mental insisten en la importancia de que las personas acepten estos traumas como parte de su historia y comiencen un proceso terapéutico para trabajarlos, pues su impacto puede deteriorar significativamente la condición de vida y las relaciones interpersonales en la edad adulta.


Tratamiento
El psicólogo especialista en conductas, Héctor Manzanilla, sostiene que las personas, una vez que han asumido el trauma, deben buscar atención profesional para, con terapias, hacer frente a ese episodio que sucedió en la niñez, pero que se manifiesta en la juventud o en la adultez temprana.
«El primer paso fundamental es la evaluación psicológica completa. Necesitamos medir con precisión el nivel de afectación o daño que la persona ha internalizado. A partir de allí, nuestra labor es dotarla de herramientas para que, sin olvidar la herida, la persona pueda superarla y seguir adelante, comprendiendo y valorando su lugar esencial en el mundo y en su entorno familiar», detalló Manzanilla.
Los especialistas insisten en que el crear buenos recuerdos basados en la comprensión, la solidaridad, el amor hace que los niños tengan menos traumas emocionales.