Aunque es conocido como el «médico de los pobres» y el pionero de la medicina experimental en Venezuela, José Gregorio Hernández Cisneros fue un hombre multifacético, que no se limito a la ciencia y a vivir con gran ejemplo la fe cristiana.
Más allá del microscopio y la bata blanca, el próximo primer santo de Venezuela fue un hombre de profunda sensibilidad artística y cultural. Dominó varios instrumentos, cultivó la filosofía y la estética, y fue un influente participante de la vida social caraqueña, habilidades que van de la mano con su reconocida vocación de servicio.
Estas aficiones artísticas no eran solo pasatiempos, sino un reflejo de su gran formación con respecto a la cultura de la época y de Venezuel, así como también evidencian una gran capacidad para la formación autodidacta.


José Gregorio Hernández tocaba el piano, cantana y bailaba
Desde muy joven, en el ambiente del Colegio Villegas, en Caracas, inició en el estudio musical. Los registros históricos señalan que aprendió a solfear y a tocar el piano, el armonio, y el violín. De hecho, su piano personal se conserva hoy como reliquia en el Museo de Isnotú, su tierra natal.
No solamente disfrutaba de hacer música, sino que también era un hábil bailarín, que disfrutaba de las fiestas sociales de la época, especialmente del vals.


Obras publicadas en medicina, filosofía y literatura
Su intelecto también se manifestaba a través de la pluma, con trascendentales publicaciones científicas, como «Elementos de Bacteriología», así como también en la escritura filosófica, con su obra «Elementos de filosofía». En este texto, dedicó secciones a la lógica, la estética y la moral, demostrando su capacidad para reflexionar sobre la belleza, el arte y el comportamiento humano.
Además, escribió cinco obras literarias, de las cuales cuatro fueron publicadas en la revista El Cojo Ilustrado: «El Sr. Nicanor Guardia» (1893), «Visión de arte» (1912), «En un vagón» (1912) y «Los maitines» (1912). La otra obra sería «La verdadera enfermedad de Santa Teresa de Jesús» y fue escrita en 1907, quedando inconclusa.
Todas estas expresiones del espíritu moldearon al ser humano detrás del reconocido médico y científico: un individuo de carácter metódico, profundamente cultivado y con una sensibilidad que le permitió ver la dignidad y la belleza en todas las personas, una virtud que se manifestaba en su generosa e inusual práctica médica con los más necesitados.