A propósito de conmemorarse este 21 de noviembre el Día del Estudiante Universitario en Venezuela, una fecha histórica desde 1957 cuando un grupo de estudiantes universitarios de la época se sumaron a la huelga en rechazo al plebiscito en el país.
Han pasado casi 60 años, donde a pesar de las luchas y muertes de jóvenes universitarios que entregaron sus vidas por el rescate de los beneficios estudiantiles, hoy son prácticamente inexistentes.
La situación es similar en cualquiera de las regiones del país, donde funcionan las casas de estudios de educación superior, la mayoría de los estudiantes son foráneos y hacen grandes esfuerzos para estudiar y poder graduarse.
En ocasiones deben alternar sus planes de estudios con trabajos a medio tiempo, y así percibir dinero extra para pagar gastos como residencia, comida, transporte, entre otros.
En las universidades públicas ya no cuentan con los beneficios estudiantiles a los que estaban acostumbrados y a los cuales tenían acceso durante todo el curso de las carreras, hasta la profesionalización en pregrado y postgrado.
Uno de ellos era el comedor. Las universidades han sido golpeadas desde hace años, pero a mediados de 2019 y principios de 2020, el servicio de comedor comenzó a decaer hasta desaparecer en algunas casas de estudios, ya que la crisis presupuestaria afectó también el funcionamiento de este beneficio estudiantil.
Dejaron de llegar insumos cárnicos, así como pasta, arroz, frutas y hortalizas. No prestaba servicio por falta de gas y otras fallas.
El parque automotor se encuentra descontinuado, las unidades ya no cuentan con cauchos, gasolina o gasoil, baterías y otros insumos necesarios para su correcto funcionamiento, lo que permitía movilizar tanto a estudiantes como a personal administrativo, técnico y obrero gratuitamente.
Si bien es cierto que la deserción estudiantil es notoria, un importante porcentaje de jóvenes sigue cursando algunas materias en sus carreras para graduarse y hacen un esfuerzo importante para poder mantenerse y cubrir gastos de alquiler de residencia que rondan entre 30 y 100 dólares, comida, transporte y otros, pudiendo superar los 300 dólares mensuales solamente en los gastos básicos.
Hay quienes siguen luchando contra viento y marea hasta poder graduarse; otros desistieron y migraron buscando mejores oportunidades fuera de las fronteras venezolanas, formando parte de la diáspora.
Algunos aprovechan la oportunidad de ganar un dinero extra y ofrecen postres y chucherías en los espacios de las facultades durante los tiempos libres, y el dinero recaudado que van reuniendo les sirve para pagar los gastos generados en las carreras.
Con información de La Patilla
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