Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Sufrir una enfermedad crónica y quedar embarazada implica mayores riesgos, exige un seguimiento minucioso para evitar posibles complicaciones. Se trata de casos que deben someterse a control prenatal de un perinatólogo junto al especialista en la afección de la paciente, bien sea internista, oncólogo, nefrólogo, endocrinólogo y otros. Expertos coinciden que el feliz término de la gestación depende del grado de vigilancia médica, además del apoyo familiar a la embarazada.
Para Carlos Cabrera, ginecobstetra y especialista materno fetal, es fundamental el consenso entre los especialistas porque siempre tendrá prioridad la vida de la madre, además de los riesgos que impliquen interrumpir tratamientos que suelen ser muy agresivos en control rutinario de la enfermedad. Explica que se informa a la paciente de todos los riesgos y se realizan los respectivos estudios que evalúan el nivel de compromiso del feto, por lo que se tiene la alternativa de interrupción del embarazo que precisa el Código Penal, en su artículo 433, por motivos de salud e integridad de la madre.
Habla que en un embarazo de alto riesgo que se agrava en pacientes crónicos, el especialista de cabecera tiene gran potestad. En las embarazadas que padecen por deficiencias renales ameritan el mayor cuidado, por la posibilidad de que la paciente presente preeclampsia. «Sólo 5% suelen tener problemas graves«, explica Cabrera, pero todo dependerá del equipo multidisciplinario y el desarrollo del embarazo.
Lo ideal sería trabajar un embarazo con planificación. Así lo considera la ginecobstetra, Rhona Palacios, para evaluar el estado de la enfermedad, la modificación del tratamiento y elegir el momento ideal que garantice menos complicaciones. El tratamiento de la enfermedad crónica será limitado para no perjudicar al bebé, se suspenden fármacos que puedan generar una malformación y se consideran medicamentos alternos. Siempre se estudia el balance riesgo – beneficio, en lo que también incide la edad de la madre.
Yanirys Evíes, de la Fundación Vida Renal Contigo, reitera que las pacientes están al tanto de esos riesgos mayores por estar sometidas a diálisis. Un tratamiento que en el embarazo pasa a ser diario para garantizar mayor liberación de toxinas que puedan perjudicar el desarrollo del bebé. Recuerda un caso reciente, se complicó el embarazo y el bebé falleció.
La experiencia de Clarelis Chirinos fue todo un milagro de vida. Ella vive en Punto Fijo, Falcón, y siempre se controló con un perinatólogo junto al nefrólogo y demás especialistas necesarios, logrando que a sus siete meses le practicaran cesárea en el Hospital Rafael Calle Sierra. Cuando se enteró del embarazo pasó por el dilema de interrumpir o no el embarazo, en el primer caso sería esterilizada inmediatamente.
Pero su fe y el apoyo de su familia fueron decisivos, cuenta que cumplió el control riguroso y se aferró a Dios, porque sería su única oportunidad de ser madre. Fueron diálisis diarias, la mitad del embarazo prácticamente en cama, pendiente de sus exámenes y una dieta de sólo pollo, marrano y pescado, poca sal, sin dulces, entre otras limitaciones que la hicieron adelgazar 15 kilos. «Mi opción fue ser madre y lo logré con mis doctores«, exclama.
Elvis Yenice Vásquez es otro caso, de Acarigua, y tratado en el Hospital Central de Barquisimeto. Se enteró que tenía cáncer en su tercer mes de embarazo, recibió quimioterapia sin afectar a su bebé, quien nació sano el pasado 15 de mayo por cesárea. Pero ella sí padece las reacciones al tratamiento y la enfermedad.