Ágatha Reyes | LA PRENSA.- Presionarse el cuello, ir desvaneciéndose, hasta perder el conocimiento, es el nuevo “juego” que adolescentes realizan en instituciones educativas. “La asfixia”, como suelen llamarle, al parecer es la forma de “diversión” de adolescenteS entre 13 y 15 años. Lo que ha encendido las alarmas en docentes de las diversas instituciones educativas, representantes y organizaciones no gubernamentales, pues señalan que desde hace algún tiempo “los chamos juegan a la muerte”.
Aunque en el estado Lara, no se han presentado casos puntuales sobre el juego de “la asfixia”, Gerardo Pastrán, presidente de Projumi indica que en el período de febrero – mayo del 2018 han recibido al menos 14 familias con requerimiento de asesoría psicológica.
Según los registros de Projumi los adolescentes se han visto implicados en “juegos diabólicos” como “el abecedario del diablo”, “la ruleta sexual” y “la ballena azul”. Pastrán asegura que estos cuatro juegos, incluyendo “la asfixia”, no son nuevos, pero están comenzando a proliferar casos con mayor frecuencia, y “esto tiene que ver con que los padres se están olvidando de cumplir con la asistencia paternal y a eso se le suma la grave crisis de valores que hay en la sociedad y el irrespeto a los camposantos a nivel nacional”.
Aunque estas conductas son ligadas directamente con la falta de atención paternal, debido a que muchos padres trabajan todo el día y son pocas las horas que están en los hogares, según los registros que lleva Projumi, al menos tres de cada cuatro adolescentes han consumido algún tipo de droga lícita o ilícita.
“Estamos frente a perfiles psicológicos no aptos, pues nadie en su sano juicio intenta hacerse daño físico severo”. Pastrán precisa que en un lapso de cinco años la generación de relevo será “moribunda”, al referirse que con el juego de “la asfixia” los adolescentes van destruyendo las neuronas lo que a mediano o largo plazo causa dificultades de atención, por lo que recomienda que padres inicien una etapa de “inteligencia familiar”, donde la observación y orientación en conjunto con instituciones educativas estén presente.
Mireya Rodríguez, directora del colegio Salvador Garmendia, explica que a pesar de no presentarse casos en la institución, atienden a los estudiantes con un psicólogo, y realizan talleres para padres y representantes que permitan entablar lazos familiares que den paso a la prevención de conductas irregulares.
“Hay que trabajar el área familiar porque allí es donde radica el problema”.