miércoles, 6 agosto 2025
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Según expertos, adolescentes venezolanos enfrentan riesgos de adicción y daño cerebral por el consumo de alcohol

Siete de cada 10 adolescentes que atienden en los centros de rehabilitación por adicción al krippy, también consumen alcohol.

Celebrar la culminación de un año escolar o asistir a fiestas de cumpleaños de compañeros de clases son los escenarios más frecuentes en Venezuela, en donde los adolescentes tienen ese primer acercamiento con el consumo de alcohol. Las estadísticas que maneja Luis Alberto Oropeza, psicólogo clínico, especialista en adicciones, es que en promedio inician a los 13 años de edad y la sustancia que más están consumiendo en la actualidad es la cerveza.

Lo hacen por moda, por curiosidad, por imitar comportamientos de sus compañeros, por encajar o «ser aceptados». También porque el alcohol es una droga legalmente validada en el mundo, y particularmente en el país hay todo un mal hábito cultural y una «presión social», que impulsa a los muchachos en plena pubertad a consumir alcohol.

Según expertos, adolescentes venezolanos enfrentan riesgos de adicción y daño cerebral por el consumo de alcohol

«Es un gran problema educativo y hasta una agresión social, pero así como los varones cuando llegan a cierta edad reciben comentarios machistas como: ‘tienes que perder la virginidad’. Así pasa con el alcohol, lo ven como el precio de crecer, de pasar de la adolescencia a la juventud», comentó Oropeza, quien además es psicólogo voluntario de Alcohólicos Anónimos. Esta comunidad de personas, que está a nivel internacional, advirtió en febrero de este año que existía en Venezuela un alto consumo de alcohol en adolescentes y determinaron un patrón de comportamiento: «Beben por lo menos una vez a la semana en grandes cantidades», reseñaron medios de comunicación nacional.

La cifra que manejan los psicólogos en consulta es que siete de cada 10 adolescentes que atienden en los centros de rehabilitación por adicción al krippy (marihuana de alta potencia), también consumen alcohol. Y los jovencitos no son conscientes del daño físico y psicológico que esta droga les produce, y mucho menos saben que una vez que abren la puerta del consumo, entran en un círculo vicioso que pueden repetir a lo largo de toda su vida.

«Desde una perspectiva neurológica, la adicción es un proceso que afecta los circuitos cerebrales, relacionados con la recompensa, el aprendizaje y la memoria. Una liberación intensa de dopamina en el núcleo accumbens (sistema de recompensa del cerebro), genera la sensación de placer y euforia. Con el uso repetido de sustancias, el cerebro experimenta cambios en la plasticidad sináptica, lo que significa que las conexiones entre neuronas se fortalecen o debilitan. Esto puede llevar a un descenso en la respuesta natural a las recompensas naturales y a una necesidad creciente de la sustancia para experimentar sensaciones placenteras», explica Luis Felipe Hernández, psicólogo de la UCV, especialista en adicciones e hipnoterapeuta.

Un gran daño cerebral por consumo de alcohol

El psiquiatra, Paúl Sánchez, destaca que es tan peligrosa la fase de exploración del consumo de alcohol, como un alcohólico que está en el grado de mayor dependencia. Y esto se debe a que los adolescentes son más propensos a beber sin control, es más fácil que caigan en el abuso de consumir esta sustancia.

«Mientras más temprano empiece una persona a consumir alcohol, más riesgo de adicción va a tener. Es más fácil engancharse. El problema con el alcohol es que cuando se abusa, es muy nocivo, daña el corazón, los riñones, el hígado, el páncreas, pero el órgano que más se ve afectado es el cerebro», comenta.

Consumo de alcohol

El ser humano termina de madurar su cerebro a los 23 años. Un adolescente es más susceptible a caer en el consumo compulsivo de alcohol. «Y eso ocasiona muerte de neuronas. Por eso es que las personas que empiezan a consumir alcohol temprano no tienen un neurodesarrollo normal, van a tener fallas cognitivas y alteraciones emocionales», alertó Sánchez.

El alcoholismo es una enfermedad crónica que no tiene cura, pero las personas cuando toman conciencia del daño que les ocasiona pueden acudir a rehabilitación e incluso dejarlo.

«La terapia psicológica puede tener mucha eficiencia, pero sólo para aquellas personas que quieran recuperarse. Deben encontrar una razón personal para eliminar el síntoma, porque un síntoma es algo que a mí me molesta, que no me gusta, que quiero quitar y me afecta en el presente. El alcohol se deja de un solo golpe, eso no es por dosificación, es tener la voluntad de dejarlo y después detener la voluntad por el resto de la vida de no volverlo a consumir. Ese es el gran reto de los pacientes», expresó el psicólogo Luis Felipe Hernández. 

Por su parte, el psicólogo, Luis Alberto Oropeza, destacó que las recaídas son parte del proceso de recuperación. Casi el 50% de los que ingresan a rehabilitación recaen varias veces al intentarlo.

Perfil del adicto adolescente por consumo de alcohol

Luis Alberto Oropeza, director del Centro Integral para la Rehabilitación de las Adicciones (Cira), indicó que existen tres patrones para entender el consumo de alcohol: el uso, abuso y alcoholismo. Alega que no toda persona que consuma alcohol es adicta, su intención no es demonizar esta droga socialmente aceptada. Pero sostiene que en la medida que una persona usa el alcohol, y tiene antecedentes genéticos de adicción, es más propenso a desarrollar dependencia.

Perfil del adicto adolescente por consumo de alcohol

«Si tu abuelo, tu papá, tíos han sido adictos, la probabilidad de desarrollar el problema es mayor. Puedes comenzar por un uso, si tienes el componente genético en tu contra puedes pasar a un abuso. Y luego entrar del abuso al alcoholismo. La única línea con la que se identifica a un alcohólico es la pérdida de control, más que la frecuencia y la cantidad que consume. Por eso hay personas que dicen: «No, yo no soy alcohólico porque yo bebo cada seis meses». Eso no importa. Lo determinante es que tengas la incapacidad de controlarte cada vez que lo hagas y bebas no para sentirte bien, sino para dejar de sentirte mal», recalcó.

Según apunta el psicólogo, Luis Felipe Hernández Gudiño, la mayoría de las personas que caen en el alcoholismo lo hacen para reducir la ansiedad, la angustia, para mitigar o minimizar un problema personal.

«Los adictos a menudo sostienen creencias irracionales, como: ‘puedo dejarlo cuando quiera’ o ‘el consumo no me está afectando realmente’… La racionalización es un mecanismo que utilizan para justificar su comportamiento. Pueden atribuir su adicción a factores como el estrés laboral o problemas de relación, sin realizar una evaluación honesta sobre el impacto de la adicción en sus vidas», precisa.

Hay quienes acuden al alcohol para automedicarse, para aliviar el dolor emocional, la ansiedad, la tristeza o el estrés.

Carlos Parra, pastor evangélico, sostiene que cuando los adolescentes caen en la adicción del alcohol, quienes primero acuden a la iglesia en busca de ayuda son sus padres. 

«Nosotros le hacemos entender que es el muchacho el que tiene que querer rehabilitarse, que tienen que trabajar con la persuasión, porque ese paso debe ser una decisión personal», mencionó. Cuando ya una persona no controla sus impulsos por beber y lo ha hecho por años, puede buscar ayuda en un centro de rehabilitación. Ese trabajo puede durar de nueve meses a un año para «desintoxicar su cuerpo». 

«Cuando los daños son muy fuertes, ellos tienen que internarse, cambiar de ambiente y de vida. Ahí las redes de apoyo que se consiguen en la iglesia y la Palabra de Dios son determinantes para esta prueba de superación», expresó.

Datos de la OMS, señalan que en 2019 se produjeron en todo el mundo 2.6 millones de muertes por consumo de alcohol; de esta cifra, dos millones fueron hombres y 0.6 millones, mujeres. Los niveles más altos de muertes relacionadas con el consumo de alcohol por cada 100.000 personas se observan en regiones de Europa y de África. 

En 2015, un informe de la OMS, señaló que Venezuela era el tercer país de Latinoamérica que más consumía alcohol, con 8.9 litros per cápita. Sólo superado por Chile que ocupó el primer lugar y Argentina, de segundo.

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