Osman Rojas D | LA PRENSA.- Anaís Colmenárez tenía doce semanas de embarazo cuando un zancudo infectado le picó. Una fiebre intensa y rosetas en la piel fueron los síntomas que le hicieron creer que era portadora del virus zika. Una consulta con el médico la tranquilizó: “lo que tienes es una alergia por comer queso de cabra”, fue el diagnostico del especialista.
Seis meses después Colmenárez, quien se encontraba esperando a su primer bebé, empieza a sufrir los dolores prenatales. En compañía de su esposo, la muchacha fue llevada a un centro privado. Luego de cuatro horas a la dama le notificaron que todo había salido bien, aunque su niña había nacido con microcefalia.
“Me dijeron que fue por el zika y yo sé que me dio esa enfermedad cuando tenía 12 semanas. El médico no lo diagnosticó, pero yo sé que era zika lo que tenía”, recuerda con lamento Colmenárez.
Esta es una historia triste, pero repetitiva en las maternidades del estado y es que, aunque desde hace 15 meses la enfermedad del zika está controlada, los embates son sentidos por aquellos que fueron portadores del virus. Prueba de ellos son los 53 casos de niños con microcefalia que registra la asociación Felicidad y Alegría (Farah), institución que presta ayuda a niños con esta condición.
Johana Ortis, vocera de Farah y madre de una niña con microcefalia, denunció públicamente la inhumanidad que hay con los niños con microcefalia y pidió un poco más de conciencia por parte de las autoridades gubernamentales en el país.
“Nadie nos da una ayuda. No tenemos apoyo ni del gobernador ni del presidente. Estamos a la deriva. Estos niños necesitan tratamientos y consultas de manera constante y debido a los costos y a la condición hospitalaria que hay en Venezuela ninguno de los pequeños cumple a cabalidad sus terapias”, expresó Ortis.
La indiferencia con estos niños es tan marcada que la Dirección Regional de Salud no reconoce estos casos. “No aparecemos en ninguna lista y eso es lo que más tristeza nos da. Estos niños necesitan una atención prioritaria porque el estímulo debe estar día a día, pero eso no pasa aquí”, dijo Johana Mendoza, madre de una niña con microcefalia.
Mendoza también denunció que en el Hospital Pediátrico los niños fueron marginados por las autoridades cuando fueron en busca de ayuda.
“Un neurocirujano cobra entre 50 y 60 mil bolívares la consulta y en el sector público ven de forma esporádica. Nosotros fuimos como asociación para ver si nos podían atender y nos dijeron que con gusto, pero después de eso nadie se acercó a nosotros”, dijo la mamá.
Además de neurocirujano estos niños deben ser vistos por pediatras, oftalmólogos, intensivistas y gastroenterólogos. “Si no están en chequeos su vida se complica. Nosotros parimos la plata porque son nuestros hijos”, concluyó Mendoza.