Barquisimeto es una ciudad privilegiada y entre sus logros vanguardistas figura la construcción del Parque Ayacucho que celebra sus 91 años, convirtiéndose en la ciudad pionera con este tipo de plaza vial que permite conectar a la urbe por los puntos cardinales. Rendir honores al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, con una obra de gran envergadura inspirada en los Campos Elíseos, de amplios jardines de flora exótica fue el encargo del propio general, Eustoquio Gómez, al arquitecto francés Roland Coultrox. Los trabajos iniciaron en 1930 y fue inaugurado la tarde del 19 de diciembre de 1933.
El parque Ayacucho fue un regalo monumental con motivo de los 25 años en el poder de Juan Vicente Gómez. No solamente se aseguró el estilo arquitectónico francés, sino que se cuidó la calidad de sus materiales, piezas de lujo como fuentes de mármol de carrara y estatuas. El general, Eustoquio Gómez, era el presidente de Lara en ese momento y siempre confiaba este tipo de obras al reconocido Coultrox.
Se interesaba en transformar a Barquisimeto, tal como su primo, el jefe de Estado, Juan Vicente Gómez, quien estaba interviniendo a Maracay. Eran evidentes las aspiraciones de ser su sucesor como primer mandatario del país.
Se garantizó el material desde Alemania, Italia y otros países europeos. Se estaba a punto de consolidar el desarrollo del oeste de la ciudad que sentó las bases de la organización urbanística que llamaban Bella Vista, debido a su perfecta ubicación para contemplar los matices de los atardeceres, cargados de crepúsculos.
Eustoquio Gómez sí se decidió a sacar provecho de este terreno. Antes, en 1924 el general Rafael María Velasco, entonces presidente de Lara, pretendía levantar allí un monumento al Campo de Carabobo, pero no pasó de poner la primera piedra en un sencillo acto protocolar. Así lo refiere el costumbrista, Iván Brito López, quien agrega que el espacio era utilizado para actividades deportivas de los alumnos del Colegio La Salle, así como ejercicios militares de los reclutas del batallón Piar del viejo cuartel de Barquisimeto.
El primer mandatario de Lara, a inicios de 1930, se acercó a ese terreno cuya extensión es de cuatro hectáreas y observó una bola inmensa de concreto, señal de la primera piedra de la obra inconclusa. Fue una mirada con ansias vanguardistas, porque se imaginaba un espacio sorprendente, como el de las grandes ciudades europeas.
«Hazme un parque muy bonito, como los de tu tierra», cita Brito que fue la orden de Gómez a Coultrox, quien se inspira en aquellos de su época y cuyas extensas caminerías eran de grava, senderos originales con piedras trituradas, que luego pasaron a ser de losas de concreto y el monumento central con la estatua ecuestre de Antonio José de Sucre, con alegorías en los cuatro costados del pedestal, que invocan a la Batalla de Ayacucho y a la producción larense con símbolos del trabajo, de allí el nombre del Parque Ayacucho.
Todo fue tan minucioso, con el pedestal recubierto con granito natural de El Ávila de Caracas. Los materiales llegaban desde Europa en embarcaciones y luego en tren desde Carabobo hasta Barquisimeto. Cuenta Brito que se construyó una vía especial desde la estación del ferrocarril a la altura de la Catedral hasta el terreno, por las carreras 14 a la 16, entre calles 41 y 43.
La estatua era muy pesada y sólo tenían una carreta halada por burros. «Fue hasta gracioso, porque quienes se acercaban a curiosear debían sumarse a empujar y terminaron de llegar con la colaboración de varias personas, además de los burros cansados», agregó Brito, quien destaca el temperamento autócrata del mandatario local, primo de Juan Vicente Gómez.
Culminada la obra tuvo un gran impacto en la ciudad porque aseguró el tendido eléctrico en esta zona. Además, con su gran inauguración del 19 de diciembre de 1933 hubo doble júbilo, porque no sólo correspondió al Parque Ayacucho a las 4:00 p.m., con el repertorio de la retreta de la banda del Estado; al finalizar, entrada la noche, también se develó el Palacio de Gobierno con un baile de la Orquesta Mavare, siendo otra de las obras emblemáticas de Coultrox.
Parque Ayacucho una obra bien ambiciosa
La modalidad paisajística afrancesada del Parque Ayacucho es resaltada por Gabriel Marullo, cronista arquitectónico, con flores y plantas traídas de Canadá y demás países que transformaron el espacio en un maravilloso bosque, donde se apreciaban el paso sin afán de los perezosos al subir los árboles, ardillas, monos y palomas. Se enteró del secreto que guardan sus bases, con una bóveda subterránea donde se resguardan los planos originales de Coultrox.
Identifica las alegorías en el pedestal, correspondiendo hacia el norte con escenas de la agricultura y cría, hacia el sur con unas damas con pose de la libertad, al este con dos señoras custodiando el Escudo Nacional y finalmente al oeste con la gran figura independentista de Antonio José de Sucre. Lo aprecia similar a un monumento en Italia y con figuras esbeltas que miran a los cuatro puntos cardinales, manteniendose hasta la actualidad en el Parque Ayacucho
Describe que cada manzana era diferente y cada una con una fuente en mármol de carrara, las cuales resaltaban por su blancura. Un ambiente tan acogedor, tal como si se estuviera en otras ciudades del mundo, de esas que dan importancia al ornato y valor arquitectónico.
Cuando hablan de del Parque Ayacucho, resaltan que propios y visitantes no perdían la oportunidad de posar ante la cámara del señor Alberto (no recuerdan su apellido), quien era el fotógrafo fijo. Recuerdan que tenía un caballito y un burrito, así como la paciencia para complacer a los interesados que se vestían de charros, torero y el propio costumbrista, Iván Brito López, confiesa que logró transformarse como en un torero.
Era la particularidad de la cámara antigua en la que Alberto se ocultaba bajo una tela negra para proteger su pequeño laboratorio, siendo una caja de madera con revelador y fijador para tener lista a los pocos minutos esa fotografía tan esperada.