viernes, 22 noviembre 2024
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Comen de todo para matar el hambre 

Osman Rojas | LA PRENSA.- Co­mer se ha con­ver­ti­do en el de­sa­fío más gran­de de los la­ren­ses. Con­se­guir ali­men­tos es una ta­rea ti­tá­ni­ca que de­man­da un gran es­fuer­zo por par­te de las per­so­nas. Vi­si­tar mer­ca­dos, desem­pol­var las re­ce­tas de la abue­la y apren­der a co­ci­nar “lo más ba­ra­to” se ha con­ver­ti­do en una cons­tan­te.

“Lo que era co­mi­da pa­ra pe­rros en la Cuar­ta Re­pú­bli­ca se ha con­ver­ti­do en el man­jar de la Quin­ta”, la fra­se de Mi­guel Car­mo­na, li­cen­cia­do en nu­tri­ción, ejem­pli­fi­ca a la per­fec­ción la si­tua­ción ali­men­ta­ria que atra­vie­san los ve­ne­zo­la­nos y es que, an­te la di­fí­cil si­tua­ción eco­nó­mi­ca que atra­vie­sa el pa­ís, mu­chas per­so­nas han em­pe­za­do a co­mer vís­ce­ras, sar­di­nas o yu­ca en lu­gar de bis­tec, po­llo o car­ne. “Com­pro lo que se pue­da. A ve­ces mor­ci­lla y un po­qui­to de bis­tec”, se­ña­ló Ju­lio Si­ra, clien­te de un fri­go­rí­fi­co de Bar­qui­si­me­to, quien in­di­ca que es­to ape­nas le al­can­za pa­ra una se­ma­na.

La va­ria­bi­li­dad del mer­ca­do es otro fac­tor a tomar en cuen­ta a la ho­ra de bus­car los re­suel­ve. Por ejem­plo, ha­ce un par de me­ses, el ma­íz era lo que sal­va­ba la pa­tria, pe­ro el cos­te de un ki­lo en los mo­men­tos ac­tua­les (50 mil bo­lí­va­res) ha­ce que sea in­via­ble pa­ra mu­chas per­so­nas.

“Yo co­mo yu­ca por­que sin­ce­ra­men­te es lo que pue­do pa­gar. Aho­ra uno no pue­de es­tar con la ex­qui­si­tez de ver qué es lo que voy a co­mer por­que to­do cues­ta un ojo de la ca­ra. Mis ami­gos me pre­gun­tan si la yu­ca no me abu­rre y yo les di­go que sí, pe­ro no pue­do ha­cer otra co­sa. Yo ga­no suel­do mí­ni­mo y a fi­nal de quin­ce­na ten­go suer­te si pue­do co­mer dos ve­ces en el dí­a”, con­fe­só sin pe­na el se­ñor Jai­me Pé­rez, ca­le­te­ro en un co­mer­cio asiá­ti­co.

La es­tra­te­gia im­ple­men­ta­da por Pé­rez pue­de lle­gar a ser un ar­ma de do­ble fi­lo y es que, se­gún cuen­tan los es­pe­cia­lis­tas, las in­fec­cio­nes por con­su­mo ex­ce­si­vo de yu­ca se han con­ver­ti­do en una cons­tan­te en los hos­pi­ta­les.

Ma­rio Zam­bra­no, mé­di­co gas­tro­en­te­ró­lo­go, ex­pli­ca que a su con­sul­ta lo que más lle­ga son per­so­nas con cua­dros dia­rrei­cos se­ve­ros.

Cuan­do ha­ce la en­tre­vis­ta al pa­cien­te, el doc­tor lo pri­me­ro que ha­ce es pre­gun­tar por la ali­men­ta­ción y allí el mé­di­co con­fir­ma que 70 por ciento de los afec­ta­dos ba­sa su die­ta en yu­ca y to­ma­te.

“Es lo que es­tá ba­ra­to. La gen­te co­me sin im­por­tar­le lo que se es­tá me­tien­do en la bo­ca y lo pe­or es que esa con­cien­cia es­tá tan arrai­ga­da que has­ta los ni­ños co­men só­lo por sa­ciar su ne­ce­si­dad”, di­jo el es­pe­cia­lis­ta.

El con­su­mo de yu­ca es tan fre­cuen­te que la gen­te bus­ca la que sea más ba­ra­ta y la come en grandes cantidades para llenarse sin im­por­tar la con­se­cuen­cia que es­to pue­de tra­er al or­ga­nis­mo. La se­ma­na pa­sa­da, en la ciu­dad de Ma­ra­cay, es­ta­do Ara­gua se re­gis­tra­ron cin­co muer­tes por el con­su­mo de yu­ca amar­ga. Cuan­do se le pre­gun­tó a los fa­mi­lia­res por ­qué com­pra­ron el pro­duc­to, ellos di­je­ron que no sa­bí­an que era amar­ga y que les lla­mó la aten­ción lo ba­jo del pre­cio.

“La ven­dió un ca­mión en 10 mil bo­lí­va­res el ki­lo y com­pra­mos por­que nos pa­re­ció que es­ta­ba a muy buen pre­cio. Es­ta­ba un po­co ama­ri­lla, pe­ro cre­í­mos que era tie­rra”, di­jo la her­ma­na de una de las cin­co per­so­nas muer­tas.

La mu­jer ase­gu­ra que ella tam­bién pro­bó la yu­ca, pe­ro co­mo se ha­bía co­mi­do una are­pa an­tes de ce­nar se fue a la ca­ma sin ham­bre. “Me sal­vé de mi­la­gro”, co­men­tó.

Las cin­co muer­tes en Ma­ra­cay se su­man a las tres que se re­gis­tra­ron en el sec­tor El Je­be, al nor­te de Bar­qui­si­me­to en oc­tu­bre del año pa­sa­do.

En esa oca­sión fue­ron tres ni­ños, to­dos me­no­res de 10 años los que se in­to­xi­ca­ron y mu­rie­ron por co­mer yu­ca amar­ga. La ra­zón es­gri­mi­da por los pa­dres pa­ra jus­ti­fi­car la ali­men­ta­ción de los pe­que­ños fue ta­jan­te: “No ha­bía más na­da que co­mer y com­pra­mos lo más ba­ra­to”.

Luz­mi­la Le­al, médico in­ter­nis­ta y re­pre­sen­tan­te de las or­ga­ni­za­cio­nes La­ra En­te­ra por la Sa­lud y Mé­di­cos Uni­dos, ex­pre­só su pre­o­cu­pa­ción por la si­tua­ción que atra­vie­san aho­ra mis­mo los ve­ne­zo­la­nos y di­jo que las en­fer­me­da­des gas­troin­tes­ti­na­les seguirán en aumento si el gobierno continúa ahorcando la economía del venezolano de a pie.

“Ya no exis­te cla­se al­ta. To­dos so­mos de me­dia ba­ja en ade­lan­te y eso es al­go que se ve re­fle­ja­do en la ali­men­ta­ción de los ve­ne­zo­la­nos”, di­jo.

Ali­men­tar­se en Ve­ne­zue­la cues­ta tan­to que, en los mo­men­tos ac­tua­les, es co­mún ver a las per­so­nas pe­le­án­do­se en los mer­ca­dos por el re­pe­le que de­jan los com­pra­do­res que van en la ma­ña­na. “Ha­ce 10 años lo que que­da­ba en las ces­tas era pa­ra los puer­cos o los pe­rros, pe­ro aho­ra eso sir­ve pa­ra el al­muer­zo de una fa­mi­lia pro­me­dio”, la­men­ta Fer­nan­do Vás­quez, ven­de­dor de fru­tas y ver­du­ras en el Mer­ca­do Te­re­pai­ma.

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