Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Son tantos los problemas que no se sabe por donde iniciar. Para quienes hacen vida en la comunidad Los Rosales, ubicada en Pavia, al oeste de Barquisimeto, el progreso es una palabra completamente desconocida, y es que no han percibido mejoras en cuanto a servicios básicos y por ende en su condición de vida.
Con tan sólo entrar al sector se puede notar como las carencias están a la orden del día. Tal y como lo afirma la señora Herminia Aldana, en el lugar abundan las necesidades que derivan de la poca disponibilidad de recursos de sus habitantes.
«Por más que queramos recurrir a ello, se nos hace muy difícil porque nosotros no ganamos en dólares y a duras penas tenemos para comer», declara la señora Herminia mientras se encarga de atender las siembras de yuca que tiene en su patio, las cuales son utilizadas por el consumo de ella y sus parientes.
A todo esto se le suma el hecho de mantener el terreno, dado que no hay aceras ni asfaltado que cubra los caminos que constantemente terminan cubiertos de monte.
De igual manera, subrayan que las calles representan «la vía hacia la luna», por la gran cantidad de huecos que han aparecido y que sin duda alguna dificultan el transitar de los automóviles.
Pero eso no es todo, y es que cuando el clima se torna lluvioso, las calles se convierten en un río de fango que complica el hecho de salir hasta la vía principal para tomar un bus y salir a hacer alguna diligencia o cumplir con compromisos laborales y educativos.
«Mi nieto está recién nacido y ha tenido que soportar que la gente queme basura, eso no se puede permitir», declara por su parte la señora Irma Alvarado.
De igual manera, las personas exponen que no cuentan con el servicio de aguas servidas, por lo que se valen de pozos sépticos que tarde o temprano terminarán llegando a su tope máximo.
Otra falla que han detectado ha sido la falta de luminarias en las calles, la cual se hace notar en las noches cuando la penumbra los invade y las personas sienten que caminan hacia la boca del lobo.
«Nos da mucho miedo porque hay mucho monte y si se junta con la oscuridad tenemos una guarida para los malandros», dice con preocupación Leidys Colina. Con la mano en el corazón piden ayuda al Gobierno para sus padecimientos.