Ana León | La Prensa.- “Este es el dolor más horrible que puede pasar una madre porque te preguntas ¿qué sintió él en el momento cuando le abrieron esa puerta?, ¿entraron como locos?, ¿él se dio cuenta?, ¿se asustó?, ¿sintió dolor?, ¿pensaría en su niño?, ¿se acordaría de sus padres?. Todo eso me mata”, se preguntaba ayer en la tarde Yuyita Ríos de Chiossone abrazándose cuando piensa en Pablo Ernesto Chiossone, su hijo, piloto asesinado en el Hotel Intercontinental de Kabul, Afganistán, tras un ataque terrorista de un grupo de talibanes extremistas.
Esta mujer, muy reconocida en Lara por ser pianista además de tener el cargo de presidenta del Banco de Sillas de Ruedas (Bandesir), dice que le hubiera encantado tenerlo en sus brazos para acunarlo, abrazarlo y cerrarle sus ojitos antes de que falleciera.
Yuyita no tiene una versión clara y confirmada de cómo los talibanes ingresaron a la habitación donde estaba su hijo, aunque supone que los terroristas entraron al hotel y pasaron cuarto por cuarto a fusilar a sangre fría a cada uno de los extranjeros que se encontraban hospedados allí y que en una de las primeras habitaciones a las que entraron era donde se encontraban su hijo Pablo y su compañero Adelsis Ramos.
Pablo Chiossone era un piloto barquisimetano de 49 años que comenzó su carrera en aerolíneas venezolanas. Aserca fue su principal fuente de trabajo que tuvo este hombre y a pesar de que le gustaba lo que hacía, decidió emigrar para darle una mejor calidad de vida a su hijo de 10 años y crecer profesionalmente, porque en Venezuela ya no podía hacerlo debido a la situación que viven las aerolíneas del país.
“Los pilotos venezolanos están saliendo hacia el exterior porque aquí no hay condiciones para trabajar y se están yendo hacia medio oriente, porque es donde hay trabajo, además de que aerolíneas como Iberia, Airfrance, LAN Chile o Avianca están muy copados de pilotos. En cambio, para estos países que están en crisis de guerra o conflictos los pilotos venezolanos son muy buenos y a ellos le pagaban muy bien”, comentaba Yuyita, quien ayer se mostraba muy tranquila tras el suceso, pero que vestía de negro y no podía ocultar cómo sus ojos se le inundaban de lágrimas.
Yuyita se posó con los codos en las piernas y agarrándose las manos relató todo lo que pasó por su cabeza al momento de enterarse de la muerte de su hijo, a quien no veía desde mayo de 2017. Esa sensación horrorosa le hizo recordar que Pablo Ernesto fue un niño muy deseado, pues ella y su esposo tardaron casi seis años en tenerlo y cuando vieron que habían cumplido el cometido de “tener la pareja de hijos” se sentían muy felices. Ahora, sostiene el dolor para ayudar a mantener a su familia en pie. Su nieto es su prioridad y por ello espera poder darle lo mejor de su persona para lograr lo que su hijo quería, pues Pablo Ernesto tenía planes de sacar a su exesposa e hijo fuera del país y reencontrarse con ellos después de casi un año sin verse.
“Él como que presintió que no iba a tener larga vida, pues decía que le prometiéramos que si llegaba a faltar nosotros íbamos a responder con todo para respaldar a mi nieto en su crianza”, recordaba con la firme convicción de que cumpliría la promesa que siempre le hacía a su hijo.
La espera es lo que más mata a la familia. La repatriación del cuerpo aún no tiene fecha, pero espera que se hagan en estas próximas semanas. Para Yuyita, el momento de la llegada va a ser muy duro, pero sabe que como familia saldrán adelante luego de ello.