Eduardo Soteldo | LA PRENSA de Lara – La rutina de tomar el bus y trasladarse a su trabajo se acabó para Eduarly Hernández, una venezolana en Perú, cuando entró en vigencia el estado de emergencia en la nación inca, que llevó al confinamiento de más de 32 millones de habitantes.& ;
Con esa radical medida, que se está empleando en el mundo para evitar la propagación de la pandemia del coronavirus, Eduarly, licenciada en Ciencias Fiscales, tuvo que adaptar el «teletrabajo» a las cuatro paredes de una habitación que alquila junto a su pareja, en una casa grande con seis cuartos que sirve de residencia en San Martín de Porres, uno de los 43 distritos de la provincia de Lima, donde labora en un Call Center, en el área de cobranzas de un banco peruano.
Desde un día antes de entrar en vigencia la medida que obligaba a cerrar miles de comercios y un diarismo marcado por restricciones y medidas sanitaria, ya la venezolana había comenzado a transitar hacia la nueva modalidad de vida: confinada en casa.& ;
Su trabajo de operar desde casa la telefonía, permitió seguir laborandoy no perder el empleo como le sucedió a miles de venezolanos en el extranjero, sin embargo, sus días laborables bajaron, ahora son alrededor de 15 los que trabaja al mes para cobros puntuales de los clientes, por ende, sus ingresos se ven afectados duramente, lo que implica que pasó a cobrar entre 30 y 50% menos de lo que percibía anteriormente.
«No me alteré tanto y no sentí miedo», pues «ya sabía lo que se venía», sin embargo, confiesa que los «los rumores eran que era de una gripe común y que no afectaba tanto a los jóvenes sino más que todo a las personas adultas, o con ciertas afecciones de salud graves», confiesa la yaracuyana de San Felipe que tiene un año y cuatro meses en Perú y pese a la pandemia ha seguido trabajando duro para sostenerse.& ;
Luego de dos meses en confinamiento, ella cuenta que se levanta todos los días que le toca trabajar, muy temprano, y comienza desde las 8 de la mañana hasta la 7 de la noche, sin descanso, a marcar números telefónicos en su labor de cobrar a las cuotas o mora, de los clientes del banco.& ;
Regresar no está en sus planes& ;& ;
«Desde el 14 de marzo, he salido unos cuatro veces para el frente de la casa. No tengo a nadie aquí, no tengo amistades, absolutamente a nadie», relata la joven que contó a La Prensa de Lara, cómo sobrevive en medio de un confinamiento en un país ajeno a sus raíces, solo con su pareja al lado.& ;
Sin embargo, en medio de la desesperación que puede crear la pandemia y sus efectos, en ningún instante ha pensado en devolverse a su tierra natal. Alegan que pese a las dificultades, y en compañía de su novio, ha logrado sostenerse. Explicó que para una persona sola en el exterior, la vida sería más complicada, pues se puede ir gran parte de los ingresos en pagar el arriendo.& ;
En medio de sus relatos, asegura que ha salido de pie ante todas las vicisitudes que se han plantado en su vida en Perú, ahora con la pandemia, se aferra a su trabajo, y no busca otras posibilidades porque lo «poco que tiene, es seguro».& ;
Confiesa que Venezuela es su país y Yaracuy su estado, el cual dejó atrás hace más de un año, desde que cargó con sus maletas y sus sueños, además de separarse de su mamá, papá, sus dos hermanas y otros seres queridos que vivían con ella.& ;
Siempre tiene en mente a su familia y los recuerda con gran amor, afecto y nostalgia, pero un pronto regreso, por ahora, no está en los planes de Eduarly Jasimar Hernández Montes, quien se fajó para conseguir su título de licenciada en Puerto Cabello, estado Carabobo, y luego tomó la difícil decisión de buscar mejores condiciones en Perú.
Hasta el viernes 10 de julio, Perú registraba 319 mil 646 contagiados con el nuevo coronavirus y 11 mil 500 muertes.& ;
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