Osman Rojas | LA PRENSA.- Parada frente al mostrador de un comercio asiático, ubicado en el oeste de Barquisimeto, está Beatriz Camacaro. En su mano izquierda sostiene una bolsa plástica transparente en la que se pueden ver dos zanahorias, un tomate, dos plátanos y un cubito, mientras que en la mano derecha la señora carga un pote de mantequilla de 500 gramos.
Si me llevo esto no compro las verduras”, dice antes de colocar el envase sobre el anaquel.
Cinco minutos después Camacaro regresa. Esta vez no lleva con ellas las verduras. Toma la mantequilla y sin pensarlo dos veces pasa la tarjeta; 950 mil bolívares marca la factura entregada por la cajera, quizás no se ha dado cuenta, pero en menos de diez minutos, Camacaro acaba de gastar el 95% de un salario mensual en un producto de 500 gramos.
“Qué vamos a hacer. Ahorita cualquier tontería que uno compre cuesta un millón de bolívares”, la pequeña reflexión hecha por Camacaro sirve para ejemplificar la difícil situación económica con la que deben lidiar los trabajadores en Venezuela y es que, el salario mínimo mensual (Bs 1.000.000) alcanza para comprar, cuando mucho, dos productos.
Clara Villegas, mujer de 44 años, ha vivido en carne propia las dificultades que representa “mercar” en tiempos de crisis. La mujer, cuyo salario es el mínimo establecido por la ley, dice que ya no va a los supermercados porque su ingreso no alcanza para comer una semana.
“Busco en los mercados para poder ahorrar. Granos, yuca, sardinas y maíz esa es mi dieta, pero con lo que gano sólo como una semana”, asegura.
Comprar comida en Venezuela es cada vez más difícil. Luego del último aumento salarial anunciado por el presidente Nicolás Maduro (30 de abril) los precios de la comida se duplicaron. Una harina, que hasta el 28 de abril costaba 400 mil bolívares ahora se cotiza en 800 mil bolívares. Brincos similares pegaron en el precio productos básicos de la canasta de alimentación como la pasta, el arroz o el pollo.
Comprar comida en Venezuela cuesta tanto que hasta los productos que eran considerados “comida de pobre” se han convertido en un lujo.
“Cuando yo era niño mi mamá compraba pasta y sardina para alimentar a los perros.
Hoy, 35 años después, yo no me puedo dar el gusto de comerme un plato con espagueti y sardina porque la plata no me alcanza para tanto”, comenta Miguel Fernández, vigilante de una empresa en la Zona Industrial II.
Luis Saldivia, economista y profesor en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA) explica que la economía venezolana atraviesa un proceso de “estanflación” (etapa de crisis superior a la hiperinflación) que terminará acabando con la vida de los pobres.
“La crisis de la economía venezolana es tan marcada que cualquier cosa puede costar un millón. No hay control de precio, pero es producto de lo cambiante de nuestro mercado. Llegará el momento en el que un litro de leche o un kilo de papa superará la barrera de los seis cero ”, dice con preocupación.
El especialista recuerda que países como Perú o Ecuador atravesaron etapas de inflación parecida a las que vive hoy en día Venezuela. “La gente cobraba en la mañana y salía a comprar de una vez porque en la tarde los precios cambiaban”, dice.
La distorsión económica denunciada por Saldivia afecta especialmente a las personas de clase media baja, quienes se ven obligados a priorizar sus gastos para estirar el dinero que reciben.
“Las personas no comen lo que quieren comer sino lo que pueden comer. Ocho de cada diez venezolanos prefieren la arepa que se hace con harina pan, pero por conveniencia ocho de cada diez venezolanos comen ahora arepa de maíz. La gente hace lo que sea por matar el hambre”, dice indignado.
Para constatar los precios que se manejan ahora mismo en las calles el equipo reporteril de La Prensa realizó un recorrido por diversos puntos en la ciudad. La investigación sirvió para corroborar que productos como el aceite, la mantequilla, la mayonesa, la pasta larga o el kilo de pollo superan el millón de bolívares en el este, centro y oeste de Barquisimeto. Otros rubros como el papel higiénico, caraotas, arroz o harina rozan el sueldo mínimo.