Osman Rojas | LA PRENSA.- Su rostro refleja cansancio. Sus ojos claros son opacados por las ojeras, su voz cansada apenas se oye. No tiene ánimos para contar sus últimas 48 horas que han sido dramáticas para él. Vendió la máquina de coser que su mamá tenía y pidió prestado a compañeros de trabajo para poder costear los gastos de la cesárea de su mujer. Valió la pena su esfuerzo, Manuel Castro es padre primerizo aunque la experiencia le bastó para no querer tener otro hijo en un buen tiempo.
“Todo está bien, gracias a Dios. El parto fue un éxito aunque aquí me pidieron de todo, tuve que gastar en un kit para cesáreas y tuve que buscar dinero para seis frasquitos de antibióticos, cada uno en 30 mil bolívares porque aquí no había”, recuerda Castro sentado a las afueras de la puerta de visita en el Antonio María Pineda.
El padre relata que el drama para nacer empezó hace tres meses cuando él y su esposa fueron a buscar presupuestos en clínicas para ver si tenían a su hijo allá.
“Ella (su esposa) no quería parir en el Hospital Central. Le habían metido mucho cuento de que aquí las parturientas se morían y eso la tenía asustada. Fuimos a varios centros privados, pero la cesárea no se bajaba de 700 mil bolívares. Vendí la máquina de mi mamá e igual no pude completar la plata. El parto se le adelantó y nos tuvimos que venir para acá”, explicó Castro, visiblemente cansado.
Según contó el entrevistado, ambos tuvieron algunos problemas por la frustración de no encontrar el dinero. “Peleábamos porque no sabíamos cómo íbamos a resolver pero gracias a Dios todo salió bien”, dice aliviado. Castro explica que el dinero que ganaba se iba en comer y comprar uno que otro pañal bachaqueado para cuando el bebé naciera. “Soy mecánico, no gano mucho tampoco y aunque lo intentara no se podía ahorrar dinero”, cuenta.
El relato de Castro encierra el sentir de muchas personas en la actualidad. La falta de medicamentos para tratar un embarazo, el alto costo de una intervención en los centros privados y la dramática situación económica que atraviesa el país son factores determinantes para que las personas se lo piensen antes de tener un hijo. Milagro Rojas es una mujer de 29 años que ahora mismo se encuentra esperando el nacimiento de su segundo hijo.
Ella tiene 6 meses de embarazo y al día de hoy no ha consumido la primera píldora de ácido fólico porque no aparece en el mercado.
“Mi esposo tiene que trabajar y yo me quedo en la casa cuidado a mi otro hijo, quién va a salir a hacer cola o a preguntar en las farmacias si hay ácido fólico?”, cuestiona Rojas.
Ahora mismo encontrar suplementos vitamínicos, hierro o calcio prenatal en las farmacias es misión imposible. Los niveles de producción farmacológicos están por el suelo y las embarazadas están desamparadas y sin atadas de manos.Freddy Ceballos, presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana, explica que debido a la deuda que el Gobierno nacional tiene con los laboratorios la producción se ha parado y la escasez de medicamentos para mujeres embarazadas roza el 95%.
“No tenemos cómo trabajar. La deuda es muy grande y el Gobierno no se pronuncia. Los laboratorios están en cierre técnico”, sentenció Ceballos.