La sede del Instituto de Educación Especial (IEE) «El Trompillo» nació del trabajo en equipo entre docentes y la comunidad de la parte baja de El Trompillo, para solucionar la falta de escolaridad para niños y adolescentes con discapacidad o neurodiversos.
Con tres años de funcionamiento y confiados en el derecho al estudio, la institución se enfoca en la preparación para oficios. Esto busca promover la autonomía de sus estudiantes al ofrecerles herramientas para emprender y generar sus propios ingresos.
El proyecto es un éxito tangible: comenzó con 17 alumnos y hoy atiende a 47 estudiantes, incluyendo a jóvenes de sectores cercanos a la parroquia Unión, al noroeste de Barquisimeto.


El inicio de esta acción social por la educación
La primera en tomar la iniciativa fue la docente Naivet Terán, quien combinó su experiencia en educación especial con una profunda motivación personal: las necesidades de su familia para atender a su sobrino, Arnaldo Junior Mendoza Terán. Arnaldo padecía el síndrome de Krause-Kivlin y vivió hasta los 17 años, superando el pronóstico médico que era de unos cinco años.
Esta lucha atrajo a líderes comunitarias como Yenny Torres y Belkys Martínez, uniendo fuerzas para representar a los padres de niños con necesidades especiales que, por la falta de acceso (especialmente por el difícil traslado a las escuelas del oeste y este de la ciudad), la resignación o el miedo al rechazo, veían a sus hijos limitados al analfabetismo.
Esfuerzos conjuntos, hasta de mano de obra, dieron sus frutos en el 2022 en la parte baja de El Trompillo, se construyó el plantel del núcleo del Instituto de Educación Especial Icorne. Agradecen la receptividad de la profesora Nubcelin Silva, coordinadora de la Modalidad de Educación Especial en Lara para ese momento, quien les ayudó a abrir puertas en otras dependencias.
Como taller educativo, cuentan con el apoyo del taller laboral Nueva Segovia y esperan que en poco tiempo, el plantel pase a identificarse con el epónimo de (IEE) «Arnaldo Junior Mendoza Terán».


La inocencia, ternura e ingenio se perciben en este espacio, donde siete docentes, un psicólogo y una trabajadora social son los héroes en las vidas de estos alumnos que tienen síndrome de Down, Trastorno del Espectro Autista (TEA), déficit de atención y otras condiciones que puedan generar dificultades cognitivas.
Cada día llegan con una gran sonrisa y calurosos abrazos, siendo muestras de profundo agradecimiento por la calidad de la educación que reciben, con comprensión y afecto para el descubrimiento de sus capacidades. Un entusiasmo que primero incluyó a estudiantes de sectores de El Trompillo y luego se integraron alumnos con condiciones especiales de las comunidades cercanas, como Los Sin Techos, La Victoria, Barrio Lindo, La Antena, Barrio Unión, entre otros.
Ese origen desde las necesidades de escolaridad en la comunidad se refuerza con el sentido de pertenencia y cuidado de los habitantes. Todos conocen esa historia colmada de sueños, de ir a tocar puertas en busca de colaboración y en el valioso apoyo de los vecinos que permitió consolidar la seguridad para sus hijos. Sabían y dieron fuerza a ese dicho que reza: «Querer es poder», y le impregnan del compromiso con otro reconocido refrán: «En la unión está la fuerza».
Se esforzaron para que el espacio que ocupan, que estaba abandonado desde el año 2017, no lo siguieran desmantelando y estuviera al servicio del colectivo. Hasta esa fecha prestó sus servicios allí una guardería, en las dos aulas traseras, y al frente la casa comunal, que comparte la sede y sólo se limita a determinadas asambleas, sabiendo que la prioridad es la educación de estos niños y jóvenes.
La señora Yenny Torres recuerda que les tocó caminar bastante, iban casa por casa para levantar el censo y así conocer la cantidad de niños y adolescentes que no estaban escolarizados, así como los forzados a la deserción, debido a sus limitaciones económicas.
Lo más satisfactorio es que hoy celebran ese logro colectivo que les cambió el panorama, con la escuela para estos niños de 4 a 13 años de edad y con la oportunidad de continuar en el taller laboral para los de 14 a 25 años de edad.


Poco a poco
Lo recuperado por la comunidad es más duradero y así lo entendieron, asumiendo las limitaciones de recursos. De allí, que Torres precisa que agradecen las colaboraciones de la Fundación de Atención Social de Lara (Fundasel), al proporcionarles un tanque, kits deportivos, entre otros, así como Fundación Escolar de Lara (Fundaescolar), con 21 mesas sillas, uniformes, recursos didácticos. Recientemente, le solicitaron un refrigerador y materia prima para el taller de oficios.
Las rifas son constantes y es una manera de contar con recursos para el mantenimiento, empezando por asegurar los implementos de limpieza. Consideran que cuentan con «ángeles» que les extienden la mano, con la garantía del trabajo diario, como un vecino que donó las primeras láminas para la recuperación del techo, aunado a la conciencia de todos y solidaridad de la brigada comunitaria Bricomiles. Cada aporte es significativo, porque hasta mujeres y docentes se ponían a disposición para realizar la mezcla de cemento, echar el piso, frisar paredes y hasta para colar la arena.
«Nos motiva porque es un derecho a la educación que suele ser difícil para muchos. Pero vale la pena intentarlo, porque detrás del proceso de lectoescritura, está el desarrollo de la motricidad y descubrimiento de habilidades», precisa la profesora Naivet Terán. Siempre está segura de obtener buenos resultados que se materializan en niños que dejan de ser dependientes de sus padres, que deben saber enfrentar la vida a sus ritmos, sin desistir.
Desean aprender
Las jornadas diarias empiezan a las 7:30 a.m. y hasta las 11:30 a.m., cuando los docentes y especialistas se dedican a enseñar con estrategias acordes al rendimiento de cada estudiante. Laboran con perseverancia y respeto, en función de cada uno de los casos, porque conocen el alcance individual, le dedican el tiempo necesario para no someterlos a la frustración al tener dificultad para comprender o resolver cualquier asunto.
Terán expresa su satisfacción con el programa de acompañamiento, el cual es fundamental para el desarrollo de mayores responsabilidades en los estudiantes.
Tras finalizar el nivel básico, la mayoría de los alumnos son promovidos al taller de oficios a partir de los 13 años, de acuerdo con sus habilidades. Las opciones incluyen manualidades, corte y costura, y panadería. Los docentes guían esta elección mediante un abordaje integral que considera el potencial individual. El objetivo es inculcar una mentalidad orientada al trabajo independiente, visualizando la práctica inicial como un ejercicio doméstico que, con el apoyo familiar, puede evolucionar hacia un emprendimiento viable a corto plazo.
Generalmente, tienen el potencial para las manualidades con habilidades para combinar colores y formas para bisutería. «Allí desarrollan la motricidad fina y reconocen que pueden vender las creaciones, tanto para comprarse artículos personales como para empezar a contribuir con algún gasto de la casa», precisa Terán, al destacar que al darse cuenta que pueden sacarle provecho a una ganancia, termina siendo una motivación para estos jóvenes. Se sienten útiles.


Una mano amiga
Tanto la comunidad como el personal del IEE «El Trompillo» tienen grandes aspiraciones, a la altura de los sueños de los niños ansiosos por aprender a defenderse de los estigmas de la sociedad.
Así lo recalcan las dirigentes vecinales y docentes, mientras algunos alumnos adelantan la confección de sus delantales para las clases de panadería. La confección y la panadería son una dupla que puede aprenderse en simultáneo, aunque actualmente sólo cuentan con una máquina de coser, la cual es prestada y propiedad de la profesora que imparte las clases. Pese a esta limitación, ella busca que los adolescentes avancen a su propio ritmo.
Pero además de máquinas de coser, también desean que bienhechores puedan apoyarlos con el acondicionamiento del taller de panadería, al requerir de una cocina, horno, refrigerador, utensilios y materia prima, porque podrían hacer reposición, de acuerdo a los fondos que recauden por autogestión.
Desean repetir la experiencia con el gobierno parroquial, donde 23 alumnos fueron incluidos en cursos de elaboración de productos de limpieza. Lo han replicado en casa y planean organizar vendimias mensuales para la venta de este tipo de producto realizado por los estudiantes, y parte de las ganancias serán para el plantel.