Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Para poder comprar un kilogramo de carne, cuyo precio se ubica en $ 3.2 en mercados municipales, se necesitan 7.8 salarios mínimos. Esto obliga a comer trastes y huesos a quienes dependen del salario mínimo, pensión o simplemente no tienen una fuente fija de ingreso mensual.
Los huesos blancos son los más baratos en Bs 50 mil y el rojo en Bs 400 mil. Pocas veces eran incluidos en el menú y ahora representan la principal opción para darle sustancia a la sopa. Un caldo que cambia las presas por suficiente verdura para rendir a más raciones, de acuerdo al número de comensales. La asadura incluyendo hígado, corazón y pulmones se ubica en un millón 500 mil bolívares. Es muy buscada para prepararla en salsa y quienes tienen buena sazón, hasta la transforman como especie de parrilla y la acompañan con yuca y ensalada.
La tercera opción son aquellos consumidores que piden detallado y tratan de no sobrepasar los 300 gramos de un kilo de carne. Si optan por bistec, insisten en unos cortes casi transparentes, tan finos para rendir en más unidades. Mientras la carne molida es muy rendidora y pueden resolver con una «tetica» como porción.
En menudeo
Esa cadena de limitaciones económicas dejan en el abismo a las carnicerías de mercados municipales en Barquisimeto. Apenas logran vender 2 reses a la semana, en vista de la poca demanda que se limita raciones en gramos y la facturación en dólares que aumenta a medida que se alza la divisa, desde un mínimo de $ 600. Además de cazar proveedores con la mercancía más barata, porque la distribución es muy forzada por la falta de gasoil.
«A la gente no le alcanza el dinero y las ventas mermaron quedándose en el menudeo», reconoce Alberto Alviarez, presidente de la Asociación de Frigoríficos y Carnicerías en Lara, confirmando que el solomo, pulpa, lomito y demás cortes de carne de primera no tienen salida.
Una realidad que se refleja en los mostradores con poca mercancía. «La carne llega, pero no está teniendo salida», susurra Ángel Peña, al explicar que cada res pesa alrededor de 140 kilogramos, teniendo en cuenta que incluye grasa y hueso. Por lo general, cada kilo les saldría en $ 1.8 y deben ajustarlo para tener sus ganancias.
Peña al igual que otros vendedores del mercado Bella Vista, lamenta que los clientes de mayor facturación eran los empanaderos y dueños de restaurantes, quienes disminuyeron por la pandemia.
A casi 40 años de experiencia en este ramo, Rafael López mira con tristeza a sus dos despachadores, porque tuvo que sacrificar al personal que llegaba a una nómina de 12 trabajadores incluyendo varias cajeras. Se lleva la mano hacia la cabeza y gira con desánimo, al recordar que en sus primeros años en este oficio, mínimo vendía 40 reses semanales.