viernes, 22 noviembre 2024
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Morat, la banda colombiana que causó furor en Caracas

Agencias | LA PRENSA DE LARA.- Morat es una banda colombiana que tiene un compromiso consigo misma: nunca dejar de tocar instrumentos. En tiempos de música electrónica, cajas de percusión automáticas y patrones de ritmos omnipresentes no es poca cosa. Después de todo, es una agrupación formada por amigos de la infancia que comenzaron influenciados por el rock y han actuado más por desarrollar un sonido propio que por hacerse famosos.

La banda nació en 2011 con el nombre de Malta, siendo sus fundadores Juan Pablo Isaza, Juan Pablo Villamil, Simón Vargas y Alejandro Posada (sustituido en 2016 por Martín Vargas). Dos guitarras, un bajo, batería y varios cantantes. Era la consolidación de un proyecto que había tenido sus primeras juntadas en los años de la educación primaria.

Entonces hacían música más cercana al rock country de los 70, sintetizando las influencias de los dos integrantes metaleros con las de los dos enamorados del folk norteamericano. Con el paso del tiempo admiten haber incorporado más referencias e influencias, como Coldplay, Bacilos, Mac Miller, Joaquín Sabina, Dave Matthews Band y The Beatles. Cualquiera que los escuche reconocerá también herencias de Mumford & Sons, The Decemberist o The Lumineers.

Comenzaron tocando en bares y sitios pequeños de la capital colombiana. En 2014, mientras trabajaban en un estudio de grabación, tomaron un banjo colgado en la pared, sin dueño aparente, y lo usaron. El sonido se les quedó impregnado y lo incorporaron como pieza fundamental de su estética. Aún hoy es protagonista de sus canciones.

El guitarrista Juan Pablo Villamil nunca había tocado uno pero aprendió a entenderse con el instrumento gracias a Youtube, como le dijo al New York Times. Porque esta es una banda que abraza a su generación: se permiten aprender con tutoriales de internet, su música ha tenido impacto en TikTok y sus ritmos luminosos y optimistas sirven de vehículo a líricas que hablan de ansiedades, preocupaciones, incertidumbres y angustias que resuenan con las inquietudes de un público representado por Baltze, el perrito shiba inu protagonista de tantos memes, conocido como Cheems.

El primer impacto en el mercado musical lo tuvieron junto a Paulina Rubio. La mexicana escuchó la canción «Mi nuevo vicio» y los convocó a hacerla juntos. La pieza fue publicada en 2015 bajo el nombre de la rubia de platino, con los colombianos como «featuring» (su versión propia salió en 2016).

Entonces ya habían cambiado su nombre a Morat -cuando firmaron con Universal Music tenía en su catálogo a una banda brasileña llamada Malta- y esa fue la carta de presentación de una carrera que comenzó discográficamente en España y no ha parado de crecer, llevándolos a entrar a las listas de los más escuchados en ese país y en Estados Unidos, México, Bolivia, Argentina, Italia y Ecuador, además de hacerse unos fenómenos en su país natal.

Han grabado con artistas como Juanes, Santiago Cruz, Aitana, Sebastián Yatra, Reik y Danna Paola, entre otros, en tiempos en los que el featuring es la estrategia de proyección más importante. Además de publicado tres álbumes de larga duración, siendo el más reciente ¿A dónde vamos?, que salió al mercado en julio de 2021. Es el que motiva la gira internacional que los llevará por primera vez a Venezuela el 26 de marzo. El primer concierto de una banda millenial en 2022 se presume agotará las entradas en menos de 24 horas, especialmente viendo el colapso de la plataforma de venta digital y la larguísima cola en la taquilla que comenzó de madrugada.

Morat ha construido su propio espacio en el mercado iberoamericano sin abandonar sus instrumentos, sin asumir su «música latina» como una identidad casada con el reguetón, sin siquiera haberse acercado a su tan manido tumpa-tumpa. «El deseo de ser una banda se opone muchas veces al deseo de hacer reguetón. Al menos no hemos descubierto la forma para nosotros de hacerlo tocando instrumentos, que para nosotros es lo más importante. Queremos seguir siendo una banda», dijo Juan Pablo Isaza a Crónica Global.

En 2022 Morat viste chaquetas de cuero, reivindica la música orgánica, se pasea desde el bolero hasta la cumbia, y enfoca sus letras en las luchas del amor y la guerra. Lo segundo, influenciado por las realidades de Colombia, es entendido por muchos como parte de las luchas del corazón; canalizando los principios esbozados por Keanu Reeves.

Esa capacidad de construir un catálogo de letras simples para abordar sentimientos complicados, empaquetado en música llena de colores, ha convertido a Morat en un éxito, de los que llena estadios, encabeza conciertos masivos (primera banda en agotar tres días del Movistar Arena de Bogotá), y pone a una generación de venezolanos a llorar internamente mientras sueltan decenas de dólares para recibir con una sonrisa externa los boletos que les permitirán, por un par de horas, sentirse parte de una escena global.

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