martes, 26 noviembre 2024
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Jackson: un canto desde las calles que se extiende por el mundo

Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Familiares y vecinos de Jackson Barreto Maramara aún celebran ese gran comienzo en el mundo de la música. «El Diomedes» de la comunidad Simón Rodríguez de Barquisimeto, como llaman cariñosamente a este niño de 11 años que sorprendió con su presentación en la quinta temporada del concurso infantil «La voz kids Colombia». Cruzan sus dedos y lo acompañan con fe, para que se alce con ese máximo premio, grabar su primer disco y contrato con Universal Music.

Estar en su ambiente, es llenarse del sentimiento y afectos de sus familiares junto a vecinos de este sector al oeste de Barquisimeto. Brincaron de la emoción, al ver los videos de su presentación en la televisora Caracol y desde ese momento lo acompañan con sus bendiciones para que alcance su sueño más anhelado, consagrarse como todo un artista. Jackson está en el corazón de esta comunidad, con su canto como ofrenda en las calles, mercados y en unidades de transporte público. Rancheras que cautivaban y le servían para complacer a algún allegado, además de ser la vía para ayudar con el sustento a su familia. Cualquier colaboración, era bien recibida y los víveres, eran ganancias para llevar el pan a la casa.

Una larga calle polvorienta lleva a ese terreno con las bases en adobe, donde estaba el ranchito de zinc habitado por Jackson junto a su mamá Reina Isabel Maramara y sus dos hermanas. Lleva 4 meses en Colombia, a donde se fue con su padrastro Freddy Chirinos, pero dejó tantas huellas que sus abuelos y vecinos extrañan verlo en la calle, con su alegría, buen trato y respeto por sus amiguitos. «Tú serás mi representante», recuerda su madre de ese juego de verla como su mánager, al tener de público a los pasajeros de las busetas. Los aplausos eran fuertes, luego de cada interpretación de clásicos rancheros como «La de la mochila azul» y se replicaban en el mercado mayorista Mercabar.

Desde los 3 años empezó su pasión por el canto, dice orgullosa. «Me acuerdo cuando estaba pequeñito y ya a los 5 años ponía más empeño», exclama de ese pequeño que se la pasaba durante varias horas escuchando clásicos de Pedro Fernández, vallenatos de Diomedes Díaz y sin olvidar a Jessi Uribe. Tal como lo admitió Jackson en una reciente declaración, señalando que no aprendió a leer, pero si a escuchar atentamente, para cantar. Así cualquier espacio servía como sala de ensayos, situación que se limitó cuando le robaron la computadora y solo le quedó un pequeño radio, atesorado con sus pistas para inspirarse en el amor, despecho, alegría y hasta dedicar alabanzas a Dios.

Pero la nostalgia invade a Maramara, ante lo limitado de comunicarse con su único varón, mientras ella lleva un mes con su hija de 14 años recluida en el hospital pediátrico Agustín Zubillaga con un diagnóstico delicado de diabetes. Ella no cuenta con teléfono y pocas veces puede ir a su casa, donde tiene la esperanza de tener una videollamada del teléfono de su vecina. Además de estar ansiosa por volver a Colombia y aclarar la situación con la madrina, que está ayudando económicamente y permitió que retomara la escolaridad, además de ser la cómplice en su preparación musical.

Sus abuelos Irene y Jacinto Maramara también se cunden de orgullo por esta grandiosa oportunidad para Jackson. «Mi nieto tiene ese don que le dio Dios», recuerda este señor de 85 años, sentado en una silla de mimbre y con la cabeza recostada en las láminas de zinc oxidadas, de la vivienda que también es el techo de la madre y hermanas de este larense talentoso. Una pieza tan pequeña que apenas alcanza para un par de camas, un escaparate y una hamaca, se quedó tan corto, que la cocina es improvisada y solo permite el fogón, para cocinar a leña.

Lo recuerdan como un niño madrugador, que a las 6:00 de la mañana ya estaba despierto. Siempre dispuesto a colaborar para cargar agua, ante la falta del suministro de este servicio y hasta buscar leña para asegurar la preparación de los alimentos.

«Una gota de tu sangre sobre mí, está para limpiar mi corazón», canta el abuelo Jacinto, cerrando los ojos, esos que abre aguarapados al recordar la alabanza preferida por Jackson, quien los acompañaba a los cultos dominicales de la iglesia evangélica Federación de Dios. Allí también era muy querido, sin perder la oportunidad de subir a la tarima y llenarse de gozo entre esos cánticos al Señor.

La vida ha sido dura para Jackson, con muchas limitaciones que no le permitieron una escolaridad regular ni una infancia tranquila, pero tantos sacrificios le dieron esa madurez, reconocida en su discurso fluido. Una palabra tan espontánea y natural que esconde tantos sacrificios, una vida forzada a llenarse de preocupaciones de adultos, pero resuelta con esa pasión impresa en el canto. Los aplausos le llenaban y esa satisfacción por aportar a la comida para su familia.

En esa humilde pieza de zinc también están al resguardo por la abuela Irene, sus tres pelotas favoritas. Las muestran y aún remueven lo amarillento del polvo, porque la comunidad Simón Rodríguez no sabe de calles asfaltadas. Pero Jackson junto a sus amiguitos se disfrutaba de sus caimaneras de béisbol por las tardes. Juego que alternaban con los duelos a ruchar más metras y hasta competir alzando las colas de los papagayos, con el desafío de llegar más alto. El sol no les importaba, aún más inclemente en estos sectores casi rurales en plena ciudad.

A pocas cuadras de su casa, Cleider Rincón sonríe al preguntarle por el trato con Jackson. «Es muy querido en la comunidad y se ganó el aprecio de todos», expresa recordando a ese pequeño que se la pasaba en las calles y llamaba la atención por su carisma. Un encanto que inyectaba a cada una de las canciones, además de complacer algún repertorio romántico, como si se tratara de todo un serenatero. Hasta con una chupeta se conformaba este pequeño que no sabía de interrupciones y siempre mantenía presente su sueño de ser un artista.

Otro recuerdo bonito lo tiene Olivia López, al considerarlo como un toñeco y con tanta picardía, al extremo de dedicarle a su hija, esa petición de perdón con la letra «De rodillas te pido» de Giovanny Ayala. Un tema que al escucharlo, traslada hacia Jackson concentrado con sus ojos cerrados y lleno de fuerzas, con tanto sentimiento.

Todos los esfuerzos de Jackson han sido compensados con esta gran oportunidad. Sus seres queridos lo bendicen grandemente en esta carrera de aprendizaje por el mundo musical. Confían en su talento y humildad, para seguir consagrando logros.

 

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