Agencias | LA PRENSA DE LARA.- ¿Acaso la riqueza de una sociedad no anida en su diversidad cultural?, ¿no se halla en el sincretismo de todo aquello que siembran sus habitantes originarios y enriquecen los inmigrantes?
La nueva película de Disney y Pixar, Elementos, llega para retratar ese enriquecimiento intercultural, en este caso «interelemental», de nuestras sociedades en una cinta que a través de grandes explosiones de color y su moderna y detallada animación, presenta un mundo totalmente nuevo con sus propias reglas, dinámicas y lenguajes al cual llamaron Ciudad Elementos; allí el aire, la tierra, el fuego y el agua conviven en una inexplicable armonía que cobra rápidamente sentido conforme el primer acto del filme va avanzando y sus personajes van haciendo aparición. Eso sí, para que todo este lugar funcione en equilibrio hay una regla que no se debe romper: «los elementos no se mezclan».
Una ley ante la que la fuerte atracción entre el fuego y el agua no pondrá especial resistencia en trascender en esta película del director estadounidense de ascendencia coreana Peter Sohn.
«Es fácil imaginar que el viento tenga personalidad o que el fuego esté enojado. Un feliz ramo de flores podría alegrar con facilidad el día de una solitaria maceta de tierra. Y el agua puede estar tranquila un día y tener mucha prisa al siguiente. ¿Y si los elementos que todos conocemos estuviesen vivos?«, se pregunta el realizador.
«Empecé a crear similitudes de mi relación con mi esposa; yo soy coreano criado en Nueva York en la década de 1970 y ella es estadounidense, mitad italiana«, cuenta el director sobre el origen del filme (DISNEY-PIXAR)
Es así como se presentan Ember y Wade, dos personajes cuyo primer encuentro los lleva a romper las barreras naturales impuestas en el mundo que habitan para cambiar la química y acercar al espectador a una comedia romántica que hace saltar chispas desde los asientos y fluye a través de un guion que discurre como tiernas corrientes que conmueven y convencen de que se está ante un amor auténtico a pesar de que sus protagonistas son, por naturaleza, opuestos.
Sohn dice que la historia es muy personal para él, y que todo comenzó con un dibujo suyo de un personaje de fuego y un personaje de agua interactuando: «Empecé a crear similitudes de mi relación con mi esposa; yo soy coreano criado en Nueva York en la década de 1970 y ella es estadounidense, mitad italiana. Al principio le oculté la relación a mis padres porque ellos, al ser verdaderamente tradicionales, querían que me casara con alguien de mi misma cultura. Las últimas palabras que le escuché a mi abuela fueron literalmente ‘¡cásate con una coreana!'».
Es por ello que su semejanza con Ember, quien también es una inmigrante de la segunda generación familiar, se hace notoria en todo el filme: «Ella emprende un viaje de comprensión de su propia identidad, y con ello, también el significado de lo que sus padres le han dado».
Confiesa Sonh que la cinta, más allá de presentar una historia que en principio desarrolla una amistad que rápidamente trasciende a un romance, y las dinámicas familiares que comúnmente se presentan en los relatos de Disney, donde los hijos tienen que encontrar un camino independiente de lo que sus familias quieren para ellos, surgió de la historia personal con sus padres, fue una inspiración importante. «Se trata de entender a nuestros padres como personas. Creo que de esa comprensión surge el aprecio por los sacrificios que hacen por sus hijos».
Comenta a productora de Elementos, Denise Ream (Harry Potter y la piedra filosofal, Star Wars: episodio III, la venganza de los Sith), que más de 100 inmigrantes trabajadores de Pixar se reunieron para hablar con los cineastas sobre sus experiencias. «Fue fenomenal», dice. «La mayoría de nosotros, dondequiera que estemos, venimos de otro lugar. Hubo tantas historias emotivas sobre lo que la gente pasó para venir aquí las experiencias de sus familias. No creo que realmente puedas explicar todo el impacto de algo así en una sola historia«.
Fuente: El Universal.