La educación ambiental en Venezuela todavía se mueve entre jornadas aisladas, actos simbólicos y actividades puntuales que no logran transformar la conducta de los estudiantes, mientras que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), insiste en que, para el año 2030, las competencias verdes serán esenciales en la formación de los jóvenes, pero la realidad en los salones sigue siendo desigual.
Hildebrando Arangú, profesor del área socioambiental de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), sostuvo que el país aún no ha dado el paso hacia una educación ecológica real y continua. Para él, lo que prevalece es una visión reducida del tema.
«La educación verde y ambiental no se limita a acciones simbólicas, como sembrar plantas o recolectar desechos», dijo Arangú.
El profesor explicó que este tipo de actividades son útiles, pero insuficientes si no van acompañadas de procesos más profundos. Detalló que la verdadera educación ambiental debe centrarse en transmitir conocimientos, habilidades y valores que permitan a los estudiantes desarrollar comportamientos responsables frente a su entorno.
Arangú resaltó que la educación ambiental formal aún no llega a todos los niveles y modalidades. «Hay universidades que trabajan por este tema, pero no está en todas, hay quienes dicen, por ejemplo, que si estudia música por qué tiene que ver temas de ambiente», dijo.


Educación ambiental y la deuda de la ley
El especialista indicó que, según la Constitución de Venezuela, en su artículo 107, «La educación ambiental es obligatoria en todos los niveles y modalidades del sistema educativo, así como también en la educación ciudadana no formal», pero resaltó que el país necesita de una cultura ambiental sostenida, no campañas aisladas.
El profesor alegó que en la ley existe lo que la Unesco ha resaltado, pero que no se ha logrado concretar. También dijo que la Ley Orgánica del Ambiente, en su artículo 35, establece que se debe incorporar una asignatura en materia ambiental, con carácter obligatorio.
La semana pasada, tras un encuentro con ministros de educación, la Unesco definió las competencias del futuro que deberán aprender los estudiantes para 2030; habilidades digitales, competencias verdes, pensamiento crítico, resolución de problemas y desarrollo socioemocional.


Modelos pedagógicos para una ecología integral
Para Carlos Calatrava, profesor de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), la situación no es sólo ambiental, sino estructural y que muchas de las competencias exigidas al límite de 2030 se están adquiriendo fuera de la escuela; es decir, en procesos informales, no sistematizados, con poca o ninguna ocupación, «desde los diseños curriculares o aquello calificado de obligatorio cumplimiento en las aulas del país».
Calatrava reconoce el esfuerzo del Ministerio de Educación con la propuesta de nuevos contenidos en lengua, identidad, ciencias y matemática, agregó que es porque el modelo didáctico que recomienda para su puesta en práctica es el aprendizaje activo, que mucho tiene que ver con el desarrollo de las competencias del siglo XXI.
A juicio de Noelbis Aguilar, directora Nacional de Escuelas Fe y Alegría, han asumido el llamado de la Unesco a formar estudiantes con competencias clave para 2030. Destacó que en el caso de competencias verdes, la ecología no es sólo ambiental, sino también social y espiritual, es por eso que promueven prácticas pedagógicas sustentables y proyectos comunitarios ecológicos.


