LA PRENSA DE LARA | Osman Rojas. El patio trasero de su casa se ha convertido en su hábitat natural. No habla, su condición neurológica no lo permite, pero no es necesario escucharla para saber que algo le incomoda. “Se llama Nelly Rodríguez”, dice su madre Francisca González mientras la observa compasivamente. “No sé cuánto pesa, pero está muy flaca”, confiesa con tristeza.
Nelly no tiene conciencia de lo que pasa. Constantemente soba sus piernas (delgadas y frágiles como una astilla) y en ocasiones lleva su mano a la boca para mordisquearla, quizás esta sea la manera de calmar, aunque sea por un breve instante, el hambre que le agobia.
“Ella es especial. Tiene 52 años y a veces se pone agresiva y me golpea”, comenta la señora González, una mujer de 79 años que, a pesar de su edad, no deja sola a su hija. La dedicación y el amor de esta madre van de la mano con el sufrimiento. “Hay días en los que sólo le doy mango a la niña porque no tengo nada para comer”, dice con algo de vergüenza.
Nelly toma oxigenantes cerebrales, pero desde hace poco más de dos años no los consume porque el CDI de Villa Nazareno (al oeste de Barquisimeto) dejó de entregarlos. Las visitas médicas también desaparecieron de su agenda, pues su familia no puede costear un traslado.
La madre de Nelly asegura que el Gobierno regional tiene conocimiento del caso de su hija. La gente de Somos Venezuela la ha registrado en el sistema para la atención prioritaria, pero las ayudas prometidas no terminan de llegar. “Los únicos que me visitan y me dan algo son los miembros de la comunidad. Hay días en los que sinceramente no tengo nada para que se alimente porque aquí somos ella, mi otra hija y yo. La única entrada de dinero que tengo es la pensión, pero eso se acaba muy rápido”.
El abandono en el que se encuentra la señora González es tan alto que, según cuentan integrantes de la comunidad, ella recibe la bolsa del CLAP porque los vecinos pelearon con los miembros del consejo comunal para que la incluyeran a ella en la lista de beneficiados.
El Instituto Nacional de Nutrición (INN) es otra de las organizaciones que ha quedado a deber en el caso de Nelly. En teoría, las oficinas encargadas de velar por la salud nutricional de los venezolanos debería garantizarle una bolsa de comida quincenal a la señora afectada; sin embargo, ningún representante de este organismo se ha dejado ver por la comunidad.
“A mí la única bolsa que me llega es la que vende el CLAP”, asegura la señora González mientras pregunta qué es el INN y dónde funciona. La mujer explica que la comida que vende el consejo comunal le alcanza para una semana. “Son tres harinas, dos arroz y dos pastas. A veces viene un aceite”, dice.
El caso de la señora González no es el único. Según los registros manejados por el diario LA PRENSA, únicamente en Iribarren hay tres casos más de personas con condición especial que son marginadas por las autoridades regionales.