Ana León | La Prensa.- Para José Alberto Ramos (36) la vida terminó de manera abrupta luego de morir electrocutado en la urbanización Copacoa II de Cabudare, cerca del ambulatorio. Por más que intentó “reaccionar”, la electricidad terminó llegando a su corazón fulminando los sueños de buscar un trabajo en Colombia para sacar a su familia adelante.
Una habitante de la urbanización contaba que a eso de las dos de la tarde estaba mirando a José cortar con un machete las ramas de un árbol que estaban cerca de unos cables de alta tensión, cuando en un cerrar y abrir de ojos desapareció.
La mujer extrañada fue a ver qué le había pasado a José, pues todo lo que supo es que se escuchó un golpe seco antes de que “desapareciera”. Al acercarse al lugar, vio cómo José estaba acostado bocabajo e intentaba levantarse, pero sin poder lograrlo.
La vecina, muy sorprendida, buscó ayuda en un carro que estaba pasando y entre el chofer y ella intentaban reanimarlo. Como pudieron lo movieron, le intentaron aplicar (Reanimación Cardio Pulmonar (RCP), pero José no reaccionaba.
El chofer salió corriendo hasta su carro y fue a buscar a los bomberos. Cuando los funcionarios llegaron intentaron reanimar a José, pero ya había fallecido. Extrañados por la situación se pusieron a investigar y se dieron cuenta que José se había electrocutado.
Aparentemente, mientras José estaba cortando el árbol las ramas pegaron contra la copa y en vista de que había llovido, al hacer contacto el machete con las ramas lo terminó electrocutando y lo envió directo al suelo. En la urbanización, la mayor parte de la comunidad estaba afuera con dos funcionarios de Polilara que resguardaban el cuerpo de José que se encontraba justo debajo del árbol. Como pudieron, llamaron a los familiares que llegaron poco tiempo después.
“Ya le faltaba poquito. Tenía todo muy adelantado”, comentó sorprendido un vecino, pues veía con asombro el trabajo hecho por José.
Comentaron los habitantes en el sitio que José estaba yendo a la urbanización a “matar tigritos” podando las plantas y que si bien la mayor parte de la comunidad estaba loca porque podaran esos árboles, muchos le dijeron a José que no lo hiciera, pues eso era responsabilidad de Corpoelec y resultaba peligroso porque había llovido.
Pasadas las tres de la tarde, la mayor parte de la familia de José estaba en la urbanización. Cada vez que uno de ellos llegaba al sitio intentaba acercarse al cuerpo, pero la comunidad y los bomberos les advertían que no se acercaran pues había un “bote de electricidad” en el sitio.
La esposa de José también llegó al lugar y comentó que mucho le había insistido que no saliera, pero él de igual manera lo hizo. Salió después del mediodía del caserío La Montañita (Cabudare), donde vivía hasta Copacoa que quedaba a escasas cuadras porque “no quería perder el trabajito”.
Una de sus tías comentó que José era todo un guerrero. Donde podía mataba tigritos para hacer dinero, pues las cosas en el país estaban muy difíciles y él todo lo que quería era darle una vida digna a su hija de dos meses y a su esposa.
Un obrero que trabajaba en las casas de una comunidad aseguró que José también era tremendo cantante y que muchas veces lo solía ver en algunos eventos o fiestas para poder tener otro tipo de ingreso.