Anaís Mendoza | LA PRENSA.- A Freddys José Cambero (37) lo asesinaron de una descarga de escopeta en el rostro después de que un hampón se metiera a robarlo la madrugada de ayer a su casa en la avenida principal de Las Veritas con calle 6, mientras otro lo esperaba en la esquina de la misma calle.
Como lo hacía de costumbre, Freddys se levantaba todos los días a las 4:00 de la mañana para irse a trabajar, tenía varios puestos de ropa y calzado.
Una hija de crianza comentó que Freddys se levantó, abrió la puerta del patio de su casa mientras esperaba que ella terminara de arreglarse para irse con él al Mercado de Carora. “Me dijo que me apurara que ya nos íbamos, me tocó la puerta y se fue al patio, yo escuché un forcejeo y luego un disparo, tuve miedo, pero me asomé y lo vi tirado en el suelo”, explicó la joven.
En ese momento, los dos hijos de Freddys se levantaron y la hija lo tocó y “tenía pulso, yo lo sentí”, dijo. Mientras tanto, la otra muchacha comenzó a pedir ayuda, gritó para que los vecinos la ayudaran. Pero ya había dejado de respirar.
La mamá del comerciante, que estaba durmiendo, se levantó y al ver a su único hijo sin vida se sentó a su lado y buscó una sábana para taparlo.
Amigos y compañeros de trabajo llegaron a la casa y estaban muy conmovidos por el crimen. “Freddys no mereció morir así, es un buen hombre, trabajador, honesto”, murmuraban.
Sobre cómo el homicida se metió a la casa, se conoció que, al parecer, saltó una de las paredes que miden casi dos metros y medio. Al parecer, ya sabía cómo se iba a meter, pues del lado que saltó había un cerro de arena adentro de la vivienda. Uno se metió y el otro se quedó en la calle vigilando. El tipo se quitó los zapatos, color marrón que cargaba para evitar que sus pasos se escucharan, pero al marcharse olvidó llevárselos.
Los dos hijos de sangre del comerciante explicaron que el domingo su padre estaba muy alegre, a pesar de que no vivía con ellos los buscó para compartir todo el día.
La despedida
“Mi padre estaba feliz ayer, nos llevó al cine, hablamos mucho, comimos y nos dio mucho cariño, ojalá ese malandro sólo hubiese robado”, relató el muchacho.
El joven acotó que su padre guardaba su camioneta en casa de un hermano que reside a media cuadra de donde lo mataron. La mercancía la dejaba ahí, nunca la dejaba en su casa.
Después de guardar el vehículo, caminaron hasta la residencia, pero Freddys se detuvo en el patio y miró por una de las ventanas, y le dijo a su muchacho que algo estaba mal.
“Hijo, alguien está parado en la esquina, creo que nos están vigilando”, Freddys miró unos segundos más y cerró la puerta.