LA PRENSA DE LARA.- Bogotá, 8 de octubre de 1828
AL SEÑOR GENERAL FRANCISCO CARABAÑO…
Los hombres de luces y honrados son los que debieran fijar la opinión pública…
«EL TALENTO SIN PROBIDAD ES UN AZOTE».
Los intrigantes corrompen los pueblos desprestigiando la autoridad. Ellos buscan la anarquía, la confusión. El caos y se gozan en hacer perder a los pueblos la inocencia de sus costumbres honestas y pacíficas…& ;
«Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco».
La educación pertenece a la clase de los derechos humanos fundamentales, que son inalienables, su dominio o posesión no se puede enajenar o transferir, porque en los seres humanos, individualmente, son sustanciales, principales, necesarios e inherentes y no se pueden separar de la persona, porque están unidos a ella por naturaleza. La educación pertenece a la clase de los derechos colectivos, cuyo fin es asegurar la calidad de vida y el bienestar social de las personas que no son otra cosa que un medio para realizar una vida humana digna, lo cual quiere decir que el reconocimiento del derecho a la vida, lleva implícito la necesidad de asegurar los medios para realizarla; el reconocimiento de los derechos sociales, económicos y culturales conforman la llamada democracia social, complemento indispensable y sostén a la vez de la democracia política.& ;
Por simple lógica, es la ignorancia peso muerto en el camino de los pueblos y de los individuos hacia el desenvolvimiento de sus propias esencias. Estos caracteres constituyen su fisonomía propia, su sello específico y exclusivo. Los pueblos que han logrado, merced a una sabia dirección, los desarrollos de sus esencias creadoras han dejado una cultura más o menos duradera. Aquellos en los que el desenvolvimiento de los caracteres negativos ha superado a los positivos han sido, a través de la historia, presas de conquista y víctimas irremediables de otros conglomerados superiores. De la mente y de la mano en íntima y estrecha colaboración han nacido la civilización y la cultura. La mano sola sin la idea ejemplar que le proporciona el entendimiento, jamás podría ser matriz de la civilización. La mente sola sin el auxilio de la mano nunca podría producir una cultura. Por eso ha forjado una civilización y creado una cultura. Para realizar y actualizar esas esencias positivas los pueblos necesitan energía, capacidad, empuje, voluntad de dominio. Cualidades que jamás han nacido ni prosperado en los estériles predios de la ignorancia.
La ignorancia es una de las peores calamidades sociales.
Decía El Libertador:
«La esclavitud es la hija de las tinieblas»
«Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción».
Los pueblos ignorantes llevan en su propia entraña el germen maligno que terminará por aniquilarlos. Con masas analfabetas los pueblos marchan hacia presidios y hospitales. La ignorancia conduce irremisiblemente al crimen y a la degeneración moral y física. «A la sombra de la ignorancia trabaja el crimen». Estaba plenamente persuadido de que la educación es fundamento de toda grandeza individual, social, política y nacional. «La instrucción es la felicidad de la vida», dijo en carta dirigida desde Lima el 25 de abril de 1825 a su hermana María Antonia; y el ignorante está próximo a revolverse en el lodo de la corrupción; se precipita luego infaliblemente en el lodo de las tinieblas y de la servidumbre«. He aquí marcadas con estigmas de fuego las secuelas de tan terrible mal: tinieblas, corrupción y servidumbre.
El Libertador consideraba la instrucción como complemento esencial del individuo. «Un hombre sin estudios es un ser incompleto«, añade en la carta citada a su hermana María Antonia. «La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del congreso», exclamó en su inmortal discurso de Angostura. «Moral y luces son los dos polos de la República. Moral y luces son nuestras primeras necesidades». Y en su decreto de 20 de junio de 1820 sobre patronato y dirección de colegios, fechado en Bogotá, añade: «… la educación literaria y civil de la juventud es uno de los primeros y más paternales cuidados del gobierno».
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Allí encontraran los documentos que en dos oportunidades entregamos a la «Asamblea Nacional», los cuales, legalmente son excelentes según criterio de jueces agrarios y de otros tantos abogados como el doctor Enrique Tejera Paris, reconocido jurista venezolano que fue profesor y conferencista en Derecho, y hasta candidato a la presidencia de la República y, la Providencia me dio la oportunidad de haberlos redactado.& ;& ;
Escrito por: Maximiliano Pérez
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