Osman Rojas | LA PRENSA.- En sus pequeños y delgados brazos sostiene dos bolsas llenas de cebolla pelada. Su tono de voz es chillón, pero eso no le impide gritar a todo gañote. “Barato con efectivo”, dice a los conductores y transeúntes que andan por la avenida Lara con Leones. Son las 11:45 de la mañana cuando este niño, de apenas 10 años, empieza a laborar.
“Kike”, le dicen al pequeño, y es sólo uno de los 135 casos de niños trabajadores que registra la Sociedad Defensora de los Derechos Humanos en Lara. Eliécer Mujica, abogado y activista social, asegura que las calles del centro y este de la ciudad se han convertido en “empresas empleadoras” de infantes de bajos recursos.
“Los problemas de los niños cambiaron. Antes hacer una travesura era lo que preocupaba a los infantes, pero ahora los problemas son de gente adulta. Conseguir una pasta, una harina o un kilo de arroz alegra más a los niños que un juguete o un caramelo”, lamenta.
“Ayudo a mi papá con la venta de cebollas”, comenta el infante cuando se le pregunta porqué está trabajando. “No todo el tiempo la gente me compra, pero muchos me dan plata”, suelta el infante mientras espera que el semáforo cambie de verde a rojo.
“Kike” le dicen al pequeño que no va a la escuela porque sus padres no tienen cómo pagar su educación. Trabaja de 10 de la mañana a 3:40 de la tarde hora en la que se regresa a su casa ubicada en el barrio La Piedad al oeste de Barquisimeto.
Mujica dice que no hay edades establecidas para empezar a trabajar, pero, según los registros de la organización, en las calles hay niños de 7 años que trabajan.