viernes, 22 noviembre 2024
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Anaqueles vacíos en Bicentenario

Isabella Delgado | LA PRENSA.- La promesa de acabar con las colas hechas una y otra vez por el Gobierno nacional se mate­rializó en Abasto Bicentenario.  A las afueras del único hipermercado de la red estatal habi­litado para vender productos regulados al público no hay lar­gas colas desde hace seis días. Pero el aspecto vacío que se ve en las aceras adyacentes al co­mercio se replica en el interior del comercio, donde no hay co­mida.

“Se acabaron las colas porque nadie se va a calar amanecer para no comprar nada. La gen­te prefiere irse para Garzón u otros comercios donde si hay comida”, destacó María Gutié­rrez, una compradora habitual de Bicentenario, quien aseguró que la escasez se pronunció en el abasto hace dos semanas. “Si antes sacaba poquita comi­da, ahora están al mínimo. A veces sacan harina o arroz, pe­ro muy poco”.

Se pudo constatar que más de tres pasillos de estanterías es­tán completamente vacíos, al igual que las neveras. Cuatro pasillos y medio están llenos de productos de limpieza, cu­yos precios oscilan entre 428 y mil 071 bolívares. En el resto del área central se ve espuma para afeitar, bebidas achocola­tadas, jugos, carbón, sal, papa, cebollas y pasta de tomate.

En el caso del área del bode­gón, solo hay vinagre, queso untable, jamón endiablado, ce­real integral, pepitonas, sardi­nas y cepillos de diente. Este martes 09 de agosto a las afueras del Centro Comercial Babilón, donde se ubica el abasto, había un cartel que indicaba que lo único que iban a vender en el día era es­puma de afeitar. Los compra­dores que entraron, pese al anuncio de la noventa de co­mida regulada, se encontraron que por un lapso de 45 minu­tos aproximadamente vendie­ron harina y arroz.

“Eso lo están haciendo desde el jueves. Sacan el cartelito que dice que no hay pañales y que sólo hay 3 mil unidades de es­puma. La gente que madruga se va para otro lado a ver qué compra. Y después luego de las 8:00 de la mañana, a veces, sa­can algunos kilitos de algo gra­neaditos”, cuenta un hombre que trabaja en la zona, pero que prefirió no revelar su nom­bre.

Los compradores consultados aseguraron con decepción que cada vez se les hace más difícil conseguir alimentos. “Cada vez se cierra más el cerco. Ya uno no encuentra qué hacer”, dijo desesperada María López, luego de salir con las manos vacías del abasto.

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