Agatha Reyes | LA PRENSA.- Pasan trabajo por la comida. Del centro a la zona este y del este al oeste es la ruta que recorren los adultos mayores y familias en condición de calle, que buscan como tener al menos una comida diaria en los comedores privados.
Y es que es en esos centros donde logran comerse aunque sea un plato de sopa de granos, pues los comedores dependientes del Gobierno nacional y regional dejaron de funcionar hace aproximadamente dos años.
Humberto Agudo, dirigente social de la causa R, asegura que en Lara habían un aproximado de 200 casas de alimentación más el comedor industrial de la calle 30 con carrera 21 donde atendían a un aproximado de 300 personas, sin embargo todos han cerrado sus puertas “esto pasa porque el Gobierno se olvidó de los programas sociales”.Explica que ahora son las ONG e iglesias quienes se encargan de llevar el pan a quiénes deambulan por las calles del estado.
En un recorrido realizado por el equipo reporteril de La Prensa, se constató que en el anterior comedor industrial que dependía del Instituto de nutrición, ahora funciona un restaurat que es subsidiado por el Gobierno Nacional, mientras que las casas de alimentación de los distintos sectores de Barquismeto cerraron sus puertas.
Agudo precisa que la grave crisis en el país sigue trastocando a los más pobres, pues estima que en lo que va de año la cifra de personas que dependen de los comedores ya se acerca a tres mil guaros, cuando en el 2015 se atendía a un total de 300, “la diferencia es que anteriormente sólo eran personas de la tercera edad, hoy son núcleos familiares completos”.
Sólo tres
En Lara actualmente funcionan tres comedores: el Honim, Paquita (en la calle 42 con carrera 19) y en la 28 con 13. “Los lunes, miércoles y
jueves vengo al Honim, los viernes a Paquita y los sábados por un árabe que nos está atendiendo”, dijo Antonio Navarro, quien hacía la cola
en el Honim. Su rostro reflejaba el cansancio por hacer la cola, sin embargo agradece que al menos las instituciones que también viven de la
beneficiencia les este ayudando con el almuerzo.
“Nos sirven sopa de granos con arroz o pasta, nos dan el jugo y a veces carne o pollo. Es un alivio porque estamos pasando mucha hambre”
dijo con tristeza Pablo Arriechi, un hombre de unos 60 años que comenta que cuando no consiguen comida en los comedores privados no
les queda más que recurrir al mango o al cambur “eso nos salva el día cuando no conseguimos nada”.
Y es que esta situación se replica en cada esquina del estado, pues la falta de alimentos y el poco poder adquisitivo de las familias larenses lleva a que las cabezas de hogar recurran a la fruta o a las colas en los centros de alimentación para calmar el hambre. Desde las 11:00 de la
mañana las puertas de estos centros están repletas de niños, adultos y personas de la tercera edad, que esperanzados llegan para consumir algún plato de comida. “Así nos ha tocado vivir” dijo Arriechi.