Agencias | LA PRENSA DE LARA.- Este miércoles se confirmó el secuestro de la sargento del Ejército, Ghislaine Karina Ramírez, cuando viajaba en su carro, con sus dos hijos menores de edad, hacia Arauca, departamento al que había sido recientemente trasladada.
Según se ha conocido, los pequeños tienen 8 y 6 años, e iban acompañando a su madre en su vehículo personal cuando habrían sido retenidos por integrantes del Frente Domingo Laín Sáenz del ELN el pasado 3 de julio.
El menor de los dos pequeños sería autista, de acuerdo con información entregada por el padre de la sargento y abuelo de los menores, lo que implicaría que requiere de ciertos cuidados especiales en su alimentación y su forma de relacionarse con los demás.
«Es muy triste y doloroso todo esto. Mi nieto de 6 años sufre de autismo y necesita control permanente porque a veces es incontrolable y a eso se suma que consume mucha agua; en todo momento pide agua, tetero y aguadepanela», dijo Gerardo Ramírez, padre de la sargento y abuelo de los pequeños.
Los impactos del secuestro para un niño autista
Cuando se habla de autismo o Trastorno del Espectro Autista (TEA) se hace referencia a un grupo de afecciones diversas que se caracterizan por algún grado de dificultad en la interacción social y la comunicación, como señala la OMS.
«Otras características que presentan son patrones atípicos de actividad y comportamiento; por ejemplo, dificultad para pasar de una actividad a otra, gran atención a los detalles y reacciones poco habituales a las sensaciones», detallan.
Este problema de desarrollo neuronal hace que las personas con TEA tengan comportamientos que se pueden considerar distintos al de la mayoría de personas, aunque su apariencia y capacidades no sean distintas a simple vista.
Según explica la médico y especialista en nutrición clínica pediátrica, Leonor Medina, el hecho de que el menor haya sido secuestrado puede afectar por completo su lógica de alimentación y comportamientos y disparar sus crisis.
Esto, explica Medina, porque los menores con autismo están acostumbrados a ciertos patrones de comportamientos y rutinas que les permiten evitar las crisis. «Los niños autistas le tienen miedo a las nuevas texturas, a los nuevos alimentos, a que se los den de forma diferente», resalta la experta.
Medina resalta en que si bien la alimentación de un niño autista no difiere en gran medida de la de un niño promedio de su edad, sí es cierto que se evita el consumo de alimentos ultraprocesados, o con alta cantidad de azúcares o conservantes que, se sabe, pueden también ser un disparador de las crisis.
Fuente Informativa: GDA | El Tiempo | Colombia