viernes, 22 noviembre 2024
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Rinden la papa por la inflación

Jesús Oviedo | LA PRENSA.- La crisis económica que se vive en Venezuela ocasiona que los larenses cambien sus patrones de consumo. Es decir, hace unos cuatro años Ángel Álvarez (nombre ficticio) podía alimentarse tres veces al día con una merienda. Muchas de sus cenas las adquiría en locales nocturnos cercanos a su lugar de trabajo, pero este taxista de profesión desde hace unos 8 meses, la inflación y la constante variación de precios lo ha obligado a modificar lo que era su rutina.

“Yo antes a la semana podía comer 2 o 3 veces en la calle. Que si almuerzo o cena, pero ahora eso no se puede. También podía alimentarme en mi casa bien. Mis buenas arepas con bastante queso y jamón, pero ahora no lo puedo hacer. En la calle todo está muy caro, no se consiguen los productos y lo que gano como taxista no me rinde. Sólo para comprar comida de la familia y listo”, relata con detalle Ángel.

La economista Carolina Mendoza explica que al subir los precios de los alimentos más que los ingresos, los consumidores pierden capacidad de compra por lo que adquieren en menores cantidades los productos que necesitan para satisfacer sus necesidades básicas.

Mendoza especifica que dicho incremento se debe tanto a la inflación que, según el Fondo Monetario Internacional, cerrará en 1.000% a finales de 2017, como a la escasez de artículos de la canasta básica familiar, de ahí que la tendencia sea que los precios suban de manera incontrolable.

“El desajuste en materia económica, fiscal, monetaria y cambiaria, además de la caída de la producción nacional tiene como consecuencia que el consumo se contraiga”, afirma la especialista al resumir los factores que han generado que historias como la de Ángel sirven de ejemplo para explicar la crisis que vive y afecta a cada venezolano.

Y es que la encuestadora Ecoanalítica confirma también esta situación del taxista cuando detalla, en un informe de 2016, que el consumo disminuyó en 15,4% y para este año se prevé que la caída sea de 15%. Las consecuencias de este desplome las padecen las familias que han tenido que reestructurar sus gastos.

Mendoza agrega que los incrementos del salario integral decretados por el Gobierno nacional no han servido para compensar los gastos, debido a que es más acelerado el ritmo del aumento en los costos de bienes y servicios.

Dada la coyuntura, según fuentes del Instituto Nacional de Nutrición (INN), la mayoría de los larenses, aunque comen tres veces al día, consumen los alimentos en menos cantidades que hace tres meses, pero con mayor presencia de verduras en los menús debido a los altos costos de los rubros, como la carne y los víveres.

Aunque los 14 consumidores consultados por el equipo de La Prensa se quejan de que el peso que han perdido ha sido involuntario porque se ven obligados a dejar de adquirir artículos como la carne porque el kilo ronda los 20 mil bolívares, lo que equivale a cuatro días de pago del bono de alimentación, mejor conocido como “cestatickets”.

Sonia López, trabajadora de una empresa privada, cuenta que ella y su esposo trabajan todos los días incansablemente para alimentar a sus hijos de 14 y 8 años. Ambos ganan salario integral mínimo mensual (250.531,00 bolívares), pero afirman que gastan semanalmente 250 mil bolívares en comida.

López comenta que para cubrir el gasto de alimentos se rebuscan con el comercio en sus días libres. Calcula que en víveres gasta 100 mil bolívares ya sea en cola o “bachaqueado”, mientras en verduras Bs. 60 mil, en charcutería Bs. 50 mil y en carnes Bs. 40 mil.

“Nos ayudamos mucho con las verduras para que la carne, el pollo y la charcutería rindan. Me ha tocado ingeniármelas para que mis hijos se alimenten bien y no se aburran de comer todo el tiempo lo mismo”, relata la mujer con cierta resignación.

En esta familia cada integrante ha perdido peso corporal. La señora acotó que en tan sólo un año rebajó 28 kilos por causa de no contar con los alimentos completos que consumía, aunque también explicó que se debe a la escasez de artículos como el aceite y la azúcar. Ahora la mujer opta por hacer las comidas asadas, sancochadas, horneadas o sudadas y por tomar los jugos y el café menos dulce.

Aunque otras familias de dos o tres miembros estiman que gastan entre 100 mil y 150 mil bolívares al mes, pero no compran carnes y, en el caso de la charcutería sólo queso blanco o mortadela. Como el caso de Aracelis Querales, una obrera de 36 años, quien indica que el sueldo mínimo y los cestatickets se los gasta en comida.

“Para las medicinas, los pasajes y los artículos de uso personal vendo perfumes y cremas, si no a mi hija y a mí nos tocaría pasar hambre”, dijo la señora quien también argumentó que si no consigue el dinero extra no podrá vivir tranquila para pagar cuentas.

El salario mínimo se ubica en 97 mil 531 bolívares y el bono de alimentación en 153 mil bolívares, al mes suman Bs. 250 mil 531, pero a las familias larenses se les diluye sólo en subsistir.

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