Darle un caramelo o una galleta para calmar las lágrimas de los niños como premio o en la merienda, parece un acto tan inofensivo, pero estos alimentos hechos con azúcar refinada si son consumidos a diario y en exceso, potencian la aparición de enfermedades relacionadas con la nutrición: como obesidad, diabetes tipo dos, hipertensión, caries y desequilibrios metabólicos que acompañan al infante a lo largo de su vida.
«¡Los niños no necesitan el azúcar añadida en su alimentación!», exclamó la doctora María Ferrer, médico pediatra especialista en nutrición infantil y coordinadora de la consulta de nutrición del Hospital Pediátrico Dr. Agustín Zubillaga.
Según la Academia Estadounidense de Pediatría y la OMS, durante los primeros 1.000 días de vida de un bebé, que se cuentan desde el momento de la concepción hasta los dos años, no deben comer nada de azúcar procesada ni sal, ya que los alimentos naturales contienen el azúcar o la fructosa necesaria, al igual que el sodio.
Luego de esa edad, las recomendaciones son que la ingesta diaria de azúcar refinada sea mínima, equivalente al 5% de la dieta; es decir, «un niño mayor a dos años tiene permitido consumir entre 20 y 25 gramos de azúcar, que es aproximadamente entre cuatro y cinco cucharaditas en 24 horas», advirtió.
Explica que el azúcar refinada aporta calorías vacías, no los nutrientes que requiere un infante que son determinantes para su crecimiento y desarrollo. «Los azúcares naturales, como el de las verduras, el que tiene la leche, el que tiene la fruta es la diferencia clave, porque las calorías ahí sí aportan algún nutriente, las de las frutas, por ejemplo, aporta fructosa que da energía, fibra, agua, vitaminas, antioxidantes y regula el apetito en niños», comunicó.
Los padres que tienen malos hábitos de alimentación transmiten eso a sus hijos. Los niños consumen la mayoría del azúcar blanca a través de los jugos artificiales, refrescos, chucherías, bebidas achocolatadas, y alimentos ultraprocesados, como cereales azucarados que suelen ser el desayuno de los niños. Por ejemplo, un refresco de 350 mililitros (ml), contiene 38 gramos de azúcar, un vaso de leche y chocolate de 200 ml, tiene 28 gramos y un jugo de néctar de lata o cartón de 200 ml, 26 gramos de azúcar procesada.
«En los primeros dos años de vida de un infante, el azúcar refinada es un compuesto que irrita el tracto intestinal, así como dispara los mecanismos inflamatorios y eso altera la microbiota…Cuando se le empieza a dar al lactante sal y sobre todo azúcar añadida a los alimentos, eso produce una programación metabólica, aumenta las células adiposas que va a tener el niño toda su vida. Esas células se convierten en grasa propia del organismo y son las que producen enfermedades no transmisibles, como la diabetes, la hipertensión, entre otras», acotó el doctor Huniades Urbina-Medina, médico pediatra-intensivista, y presidente de la Academia Nacional de Medicina.


El exceso de azúcar en la sangre está vinculado a colesterol y triglicéridos altos y a la hiperinsulinemia. Si una niña tiene obesidad o sobrepeso se ven alteradas sus hormonas (insulina, leptina, estrógenos) y eso puede acelerar la pubertad, haciendo que la menarquía (primera menstruación), aparezca prematuramente.
En los neurodiversos, los estudios han comprobado que el alto consumo de azúcar refinada interviene en su estado de ánimo, algunos registran agresividad, bajo rendimiento escolar, se ve afectado su bienestar emocional y se asocia a baja concentración.
Azúcar en niños causa caries del biberón
Si un niño consume altas cantidades de azúcar puede sufrir de caries y estas pueden aparecer desde que a los bebés les brotan los dientes.
«Después que un niño come un caramelo debe cepillarse, porque esa azúcar queda retenida en los surcos o fosas de las piezas dentarias, y empieza el proceso de la caries, y eso trae múltiples consecuencias, como que los niños pierdan los dientes a temprana edad, o que se den las maloclusiones, empiezan a moverse los dientes de manera incorrecta. Por eso, los padres deben estar pendiente de su cepillado y llevarlos al odontólogo para que le haga unos sellantes de fosas y fisuras y apliquen flúor», explicó Oneida Deivis de Fuenmayor, presidenta del Colegio de Odontólogos de Lara.
Es muy común que se produzca la denominada «caries del biberón», ya que las madres acostumbran a darle tetero a sus hijos de noche o madrugada, sin cepillarlos después, o sin darles agua, y esa cantidad de microorganismos presentes en la boca pueden provocar desde gingivitis (acumulación de placa bacteriana en encías), cálculos dentales, hasta caries.


