viernes, 22 noviembre 2024
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Dinero enviado del exterior es un respiro

Osman Rojas | LA PRENSA.- A las 5:30 de la mañana, Rosainés Marcano se despierta. Prepara un café fuerte para quitarse el sueño y se hace una arepa pequeña para el desayuno. “A las 8:00 de la mañana empiezo a coser y no paro hasta el mediodía”, dice la señora que, además de costurera, es profesora jubilada.

Marcano tiene doble ingreso y cuenta con el apoyo financiero de sus tres hijos; sin embargo, la mujer admite que si no fuese por Maritza (su hija menor residenciada en Atlanta) no comería. “Me da pena aceptarle la plata porque sé que tiene sus gastos allá, pero gracias a ella estoy bien aquí”, dice.

La abuela explica que su hija le deposita cada quince días. La remesa va a depender de cómo le haya ido en la semana, pues confiesa que su pequeña trabaja como mesonera en un café. “Me manda las propinas y con eso es más que suficiente. La última vez me depositó 21 millones (100 dólares) y con eso pagué las consultas del médico y aproveché de hacer un mercado”, dice.

Parecido es el caso de Nubia y Humberto Carmona. Ambos están casados desde hace 32 años y tienen tres hijos (una en Madrid, uno en Chile y el otro en Bogotá). Están pensionados por el Gobierno nacional, pero la beca es usada para conseguir efectivo y pagar pasajes, pues comen y pagan sus tratamientos gracias a sus hijos.

“Se ponen de acuerdo y depositan conforme a lo que necesitemos. Uno compra la carne, el otro las verduras y el otro la pasta, la harina o el arroz”, dice el señor Humberto.

Las historias anteriormente narradas enmarcan la realidad de los venezolanos. La galopante inflación que hay en el país obliga a las personas a depender de las remesas que familiares puedan enviar. 20 dólares, 10 euros o 50 mil pesos, todo sirve para sobrevivir.

Ignacio Saldivia, sociólogo y profesor de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), habló sobre la realidad económica que hay en Venezuela y lamentó la mentalidad con la que están creciendo los jóvenes en la actualidad.

“La crisis cargó a los muchachos de responsabilidades que no les corresponden. Un chamo de 17 años ya no se preocupa por conseguir una carrera universitaria, sino que mira adónde se va para ayudar a su familia. Muchos ya tienen un futuro armado porque afuera tienen a un hermano o a un primo que los está esperando y eso más temprano que tarde nos pasará factura”, dice.

El especialista asegura que Venezuela se queda sin generación de relevo y dijo que los muchachos que hoy se van al exterior en busca de un mejor futuro regresarán con una vida frustrada.

“Estoy cansado de ver a chamos que sacan el bachillerato y se van a trabajar como mesoneros en el exterior. Ellos no lo ven ahora porque ayudan a su familia, pero el día de mañana cuando todo esto pase y vuelvan a Venezuela se darán cuenta que no tienen una carrera para ejercer y allí entenderán el mal que se están haciendo y que le están haciendo al país”, soltó.

El equipo reporteril del diario La Prensa conversó con 10 personas que tienen a familiares en el exterior. Los consultados expresaron su dolor por no poder abrazar a las personas que más quieren, aunque dejaron claro que sin ellos sería imposible sobrevivir.

“Si mi hija estuviese aquí yo ya me hubiese muerto del sufrimiento. Ella tiene a una niña de 4 años que todavía pide tetero o toma chocolate, y en este país eso es un lujo que muy pocos se dan”, dice Ana Giménez, obrera jubilada de la Alcaldía de Crespo.

Giménez cuenta que su hija es enfermera, pero ahora se dedica a cuidar abuelos en Santiago de Chile. “Todas las noches entro a su cuarto y salgo con los ojos llorosos porque sé que no la tengo y no sé si volveré a abrazarla”, dice con tristeza.

El envío de remesas a Venezuela no es nuevo. Según los reportes que maneja el Banco Mundial, fue en 1984, un año después del famoso “Viernes Negro” y luego de la creación del primer sistema cambiario, que el país empezó a recibir dinero de personas en el extranjero.

Las estadísticas del año pasado revelan que, durante el 2017, al país ingresaron cerca de 289 millones de dólares provenientes de los Estados Unidos. Dicho de otra manera, Venezuela recibió, en promedio, poco más de 24 mil dólares mensuales.

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