Joelis Sosa | LA PRENSA.- Ana Santos a diario se levanta a las 4:00 de la mañana, y no es precisamente el cantar del gallo que la despierta, sino la fuerte podredumbre del desborde de cloacas que la deja sin respirar. “La nariz me pica, arde y duele. Esto lo estoy viviendo desde las primeras semanas de enero y no aguanto más”, cuenta la mujer tapandose la nariz mientras mira las aguas negras que corren sin cesar en la urbanización José Gil Fortoul.
Apenas se hacen las ocho de la mañana, Santos agarra su teléfono y comienza a llamar a Hidrolara, para recordarles el colapso, pues indica que ya van a cumplir tres meses con la contaminación y aún no hay solución. “Estamos cansados de esperar, esto es un peloteo. Dicen que comienzan el lunes -hoy- con la reparación, pero no sabemos si es verdad”, rezonga la señora de 56 años de edad.
Residentes de la comunidad José Gil Fortoul y sus sectores vecinos no son los únicos que se ven afectados. En el estado Lara son más de 18 sectores que presentan está problemática, bocas de visitas desbordadas, o tuberías rotas y tapadas son los casos registrados por el equipo reporteril de La Prensa en lo que va de año.
Es por ello que entre 40 y 70 reportes nuevos o de reincidencias recibe a diario el departamento de reclamos de Hidrolara por colapsos de cloacas; todo recae en que la red cloacal de la entidad es de vieja data.
“Todas las tuberías tanto de cloacas como de acueductos ya cumplieron su vida útil, por ello es la frecuencia de desbordes”, explica Pedro Sánchez, presidente de Hidrolara quien explica que las tuberías se construyeron hace cincuenta años atrás con materiales que oscilan entre 25 o 30 años de vida útil.
Sánchez comenta que la zona más afectada es el centro de la ciudad, como también zonas como la avenida Los Leones, Rotaria y Libertador.
Durante el 2016, 54 comunidades realizaron sus denuncias públicamente a través de este medio de comunicación, en ellas pedían a Hidrolara destapar sus cañerías porque no aguantaban con tanta podredumbre; mientras que para el 2015 se pronunciaron 53 comunidades que al menos el 30 por ciento de ellas aún esperan respuestas, como es el caso de la comunidad José Gregorio Hernández que tienen más de cuatro años viviendo bajo un río de aguas negras.
En Pueblo Nuevo también se vive el mismo escenario, María Gallardo, vecina de este sector asegura que la comunidad ya se acostumbró.