José D. Sequera | La Prensa.- Todos los lunes a las 2:00 am Henry Contreras tiene que despertarse de golpe porque donde él vive (El Roble), el agua llega es a esa hora y tiene que llenar su tanque azul, una crítica situación que ha vivido durante “cinco largos años” cuya tortura es también para todos los vecinos de esa zona.
Así de frustrados y cansados están los habitantes de comunidades del norte, sur, este, oeste y centro de Barquisimeto, quienes aseguran que nunca se cumplió la promesa de la actual gobernadora de Lara, Carmen Meléndez, quien aseguró durante su campaña electoral, en octubre pasado, que el servicio llegaría a todas las casas a través de tuberías las 24 horas del día.
Zugeidis Fernández ha vivido toda su vida en el sector Lomas Verdes de El Cercado y se ha acostumbrado desde que era chiquita, y sabe que por allí el agua no llega con regularidad.
“Esto es toda la vida, pero desde hace dos meses la cuestión ha estado más grave porque los días en que llega el agua cambia”, menciona desde el frente de su casa.
El no saber qué día puede salir agua por el grifo es un viacrucis que viven tanto los sectores alejados de la ciudad, como los más céntricos. Por ejemplo, en El Jayo, parroquia El Cují, el agua sólo llega los domingos, mientras que en la urbanización Nueva Segovia, se supone que llega un día si y un día no, pero pueden pasar hasta tres días sin que se vea una gota del vital líquido.
Para Jean Moreno, exdirector de Hidrolara en la gestión de Henri Falcón, el problema del agua en la ciudad se resolverá de un solo modo:
“No hay solución hasta que se termine de ejecutar el proyecto Yacambú-Quíbor, porque todo el sistema hidrológico de Barquisimeto está obsoleto”, menciona el ingeniero, recordando que él trató siempre de prestar un servicio, pero “no bajaban los recursos”.
Esto pudo ser corroborado en La Carucieña, donde el propio Hidrolara intentó hacer trabajos en el sector 2, pero vieron que las tuberías estaban tapadas. “Habían segmentos de un tubo de tres pulgadas que estaban reducidos a menos de uno por la solidificación de sedimentos”, expresa Rafael Gallardo.
Ante este “sediento” panorama, a los guaros les ha tocado bandearse con la alternativa que es gastar hasta cinco sueldos mínimos para llenar sus tanques con agua de camiones cisternas.