Osman Rojas | LA PRENSA.-Sentada en la entrada de su casa la señora Nelly Salomé espera a alguien. Su mirada se queda fija en la avenida mientras los carros atraviesan a toda velocidad la vía hacia Bobare. Suspiro tras suspiro las horas pasan y la visita que espera no termina de llegar.
‘A la vecina le dieron la bolsa hace tres semanas‘, dice a modo de consuelo mientras camina hacia la cocina para prepararle almuerzo a su hijo, un muchacho de 34 años que padece de autismo y que empieza a presentar rasgos que indican un cuadro de malnutrición.
“Hoy haré una arepa con vegetales porque no tengo más nada”, dice con tristeza. Mientras prepara la comida la señora recuerda que el Instituto Nacional de Nutrición (INN) tiene un programa para atender los casos críticos de malnutrición y denuncia que el censo que a ella le realizaron el pasado mes de noviembre no sirvió de nada pues ninguna autoridad gubernamental se acercó para ayudarla pese a que su hijo pesa tan sólo 45 kilos, 20 menos de los que debería marcar la báscula según los estándares establecidos por la Organización Mundial para la Salud (OMS).
‘Mi hijo es autista y necesita tener una dieta libre de gluten. Hasta hace cinco años cumplí con esa orden médica pero de un tiempo para acá come lo que hay. Mi hijo no puede comer pasta y últimamente es lo que más come‘, dice con voz quebrada.
A quince minutos de Salomé hay otro caso de atención. Alejandro Yepez es un abuelo de 75 años al que le amputaron las dos piernas. Vive solo en una casa de bahareque y come lo que los vecinos le dan pues no tiene un ingreso fijo.
“Me dijeron que me había salido el bono pero no me han depositado”, comenta el señor mientras arregla un ventilador. Yepez es diabético condición que le obliga a tener una dieta especial; sin embargo, la escasez de alimentos hace que el señor coma lo que le lleven a su casa.
“Lo malo es no comer”, comenta risueño mientras explica que su desayuno fue un pan con “un poquito de café sin azúcar”. Cuando se le consulta por lo que va a almorzar, Yepez encoge los brazos confiando en que Dios podrán un ángel en su camino que le de alimento.
“Dios no falta. Seguro me traen una sopita o un poquito de arroz”, suelta confiado. Yepez asegura que por las noches no cena y dice que el INN le entregó a él una bolsa de comida pero eso fue el pasado mes de noviembre.
Yepez asegura que él no pasa hambre pero su peso (48 kilos) evidencia que hay un déficit nutricional de, por lo menos, seis kilogramos. “Lo que pasa es que ahora la gente no come carne, tampoco pollo. Eso está muy caro”, suelta el abuelo.
Diagonal a la casa de Yepez hay un tercer caso. Gladys Arriechi es una mujer de 85 años que camina agarrándose el vestido para que no se note que está flaca. La abuelita confiesa que, en los últimos seis meses, ha perdido unos 15 kilos.
Con vergüenza Arriechi dice que sólo come arroz con caraota y eso cuando su hijo logra hacer algo de dinero en el trabajo. “Hoy voy a almorzar y dejaré un poquito para cenar porque uno no sabe cuando comerá de nuevo”, dice.
Estas no son las únicas persona con problemas de malnutrición en la zona. Según los datos recolectados por el diario La Prensa, Bobare cuenta con al menos diez casos de malnutrición severa. Ninguna de estas personas es atendida directamente por el INN; sin embargo, todas fueron censadas y registradas por la red ambulatoria de la zona.
Dorelia Durán, representante de la Casa de los Abuelos de Bobare, denuncia que los encargados de suministrar la comida a los casos con problemas de malnutrición no visitan las comunidades.
Durán sostiene que la comida que envían es desviada y eso deja a las personas necesitadas mirando lejos. ‘Aquí hubo una reunión en donde se dijo que semanalmente se entregan las ayudas pero eso es totalmente falso. “Las personas aquí están a la buena de Dios pasando hambre y muriendo de mengua‘, comentó indignada.
La representante comunitaria se mostró descontenta por la gestión desarrollada por los trabajadores del departamento de nutrición y exigió seguimiento para garantizar que la comida llegue a su destino.
“Ninguna de estas personas recibe ayuda del Gobierno. Ciertamente hay un departamento de nutrición en el ambulatorio donde las personas pueden ir y solicitar ayuda pero del dicho al trecho hay mucha diferencia”, soltó.
La informante también denuncia la generalidad en las bolsas de comida. El INN ha entregado en los últimos ocho meses ayuda en dos ocasiones; sin embargo, lo que dan son bolsas parecidas a las del CLAP que no sirven para sustentar a personas con alguna condición especial. ‘No se le puede dar a un niño autista un plato de pasta con un vaso de chicha. Es necesario hacer un mejor estudio para que las ayudas lleguen como debe ser‘.
Organizaciones no gubernamentales como Caritas de Venezuela y Lara Entera por la Salud (OLES) han denunciado en múltiples ocasiones este problema y según el epidemiologo César Ribas, coordinador de OLES, las fallas en la distribución de comida reflejan la escasez que también golpea al Gobierno.
“No hay comida. Ni ellos consiguen para mantener su propaganda política”, dijo Ribas.
Caritas no registra muertes en Bobare por malnutrición pero sí han contabilizado a dos menores de edad que han sido hospitalizados en la zona debido a esta problemática.