Osman Rojas D. | LA PRENSA de Lara.-& ;El día no ha comenzado, pero Álvaro Parra sabe que no puede seguir acostado. Pasó toda la noche del sábado pensando en cómo iba a hacer la cola del domingo y, por eso, cuando la alarma de su teléfono celular le indicó que eran las 2:15 de la mañana se levantó de su cama, preparó un poco de café y guardó tres arepas rellenas con queso y mantequilla en una vianda, un poco vieja, pero todavía útil.
«Me voy», fue lo que dijo a su esposa, que, entre dormida y despierta, le recordó que guardara una arepa para las 12:00 del mediodía. «No vengo temprano», fue todo lo que le dijo Parra antes de tomar las llaves de su carro y conducir hasta la avenida Las Industrias para formarse en la cola para surtir gasolina. Parra, al igual que su esposa, sabía que en la cola iba a tardar, pues ya es costumbre para los venezolanos pasar hasta 12 horas metidos en una cola para conseguir servicios básicos como la gasolina, el transporte o la comida.
Basta con dar una vuelta por las principales calles y avenidas del estado Lara para darse cuenta de esta realidad. En cada rincón donde se ofrece algún bien las personas se forman en colas que son kilométricas. Ni siquiera el transporte público se salva de esta situación y es que, aunque los rutachivos cubrían buena parte de la demanda, la crisis que ha generado la pandemia hace que, en las colas de Transbarca, (prácticamente el único sistema de transporte que existe) las personas pasen tres y hasta cuatro horas esperando.
«Ya es común quedarse esperando el carro. Cuando uno llega a la cola lo primero que pregunta es si hace mucho que pasó el último carro», señalaba el señor José González, comerciante consultado por LA PRENSA en una parada de autobús.
La comida es otro dolor de cabeza para las personas. Si bien es cierto la venta de productos regulados desapareció y por ende las colas en los comercios son menores, también es cierto que la dramática situación económica que atraviesan muchas personas hace que todo el mundo busque lo más barato. En este sentido los comercios asiáticos tienen las mejores ofertas lo que hace que las colas sean largas y tediosas.
«Ahora que sólo entran lotes de diez personas a comprar las colas son más largas. Lo peor es que no todo se compra en un solo lugar porque, donde tienen barata la harina tienen caro el arroz, la pasta o la leche. Uno debe hacer varias colas en el día. Cada una de esas filas toma entre 25 y 30 minutos lo que hace que, al final de la jornada, uno haya invertido hasta 6 horas en cola», decía Sonia Yépez, ama de casa residenciada al oeste de la ciudad.
Carlos Saldivia, sociólogo, ve con preocupación cómo los venezolanos se han ido acostumbrando a las colas y señala que este es un fenómeno típico de una sociedad subdesarrollada. «Es conducta de sociedades pobres. Lamentablemente ya forma parte de nuestra cultura. La gente se va preparada porque parece haber olvidado sus derechos y eso es algo muy grave. Nos acostumbramos a hacer colas para comprar comida o sacar dinero en un banco y esa es una violación a los derechos humanos», dice.
Las colas son una necesidad para muchos tomando en cuenta que, en el mes de mayo, la inflación en Venezuela alcanzó el 409,18%.
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